En cualquier país del mundo, los resultados de los procesos electorales tienen un impacto positivo o negativo en los sectores económicos, pero en Venezuela, la realidad es diferente tras las votaciones: Al día siguiente los precios de los productos y servicios seguirán en alza, el Producto Interno Bruto (PIB) poco cambiará, los empresarios deberán buscar la forma de mantenerse y los ciudadanos amanecerán con su rutina de maromas para subsistir.
El domingo, millones de venezolanos -menos los 6 que fueron obligados a huir según la Acnur-, están convocados a participar en unos comicios regionales y municipales que de acuerdo a los pronósticos, podría cambiar el panorama político del país, con un oficialismo sólido y una oposición dividida, entre quienes ven el voto como una salida a la crisis y aquellos que se aprovecharon de su conexión con el régimen socialista para ser parte del circo.
Con presos políticos sin oler la libertad, una burbuja económica en la que pocos participan, líderes de partidos inhabilitados y la nación con el salario mínimo más pésimo de Latinoamérica, las urnas estarán abiertas para depositar un voto que debería llamar a la reflexión, sin embargo, las intenciones van más allá de asistir en pro del futuro de Venezuela, pues muchos acuden al llamado de una ideología marcada por falsas promesas que, como de costumbre, suelen ocurrir en épocas de elecciones.
Las regionales y municipales de Venezuela se celebrarán en medio de una crisis económica y humanitaria sin precedentes, con grupos sociales que viven de lo poco que ganan, de los bonos del régimen y de los alimentos que reciben a un precio bajo, pero también de aquellos que se mantienen por las remesas, tienen su propio negocio o cuentan con un trabajo estable que, en parte, les ayuda con los gastos personales y del hogar.
Venezuela va a elecciones siendo el país más pobre de América Latina, incluso, por debajo de Haití (con pocos recursos naturales) y Nicaragua, que tenían las mismas condiciones en 2020
Los pronósticos económicos para este año son poco alentadores. Cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI) reflejan que el PIB per cápita caerá a finales de 2021. Economistas venezolanos compararon que en 2012 el PIB se ubicaba en 11.993 dólares y hoy, ha tenido una caída histórica hasta llegar a los 1.627 dólares, pero “no es preocupante”.
El Banco Central de Venezuela (BCV) no publica datos del PIB desde el 2019, aunque economista locales aseguran que sí da información al FMI.
El país, con casi 50 meses de hiperinflación, que se extendió tras los procesos de reconversión monetaria que suprimieron 14 ceros al bolívar, también sufre las consecuencias de las sanciones impuestas por Estados Unidos al régimen de Nicolás Maduro.
Pero además, se le indexan las medidas impuestas por el Estado a los empresarios en Venezuela con el control de precios y cambiario, que afectaron los procesos productivos, sin dejar atrás las consecuencias de las expropiaciones ejecutadas durante el mandato de Hugo Chávez.
La situación en el país se mantendrá hasta que no haya un cambio político de fondo
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En los últimos meses, la administración de Maduro ha buscado modernizar la economía, hasta el punto de permitir una dualidad de precios en divisas, y que las entidades bancarias pudieran ofrecer productos financieros en moneda extranjera como método de ahorro y para hacerle frente a la inflación y la devaluación del bolívar.
La desigualdad también es preocupante en Venezuela. Según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y otras instituciones, un 76,6% de los venezolanos vive con menos de 1,2 dólares al día y ocho millones no tienen empleo.
Solo 37 de las 42 Organizaciones con Fines Políticos (OFP) nacionales postularon candidatos (86%). Con relación a los procesos anteriores en Venezuela, donde sectores de los factores democráticos convocaron a un boicot, esta vez sí acudirán a las urnas.