viernes, junio 9, 2023
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De ‘Men’ a ‘Ex Machina’ hasta ‘Devs’: Garland lo vuelve a lograr con la Ciencia Ficción

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Por Aglaia Berlutti.

En Men (2022) de Alex Garland todo tiene la tesitura de un sueño. Quizás lo es, quizás no. Y al director (que adaptó con éxito la inclasificable obra de Jeff VanderMeer), parece serle sencillo encontrar un punto medio entre lo onírico y lo inquietante. En especial, cuando, además, lo dota con un evidente comentario social. La más reciente película de Garland rebosa de una idea obsesiva sobre la culpa colectiva, social e individual, pero, además, analiza el tiempo desde un estrato por completo desconocido. El resultado es un film que se traslada en el terreno resbaloso del narrador poco fiable. O, en cualquier caso, de la historia en la que nada es lo que parece o podría deducirse a primera vista.

Eso obliga al guion a utilizar todo tipo de trampas falsas para narrar una historia sobre la masculinidad agresiva y demoledora, desde lugares complicados. El film tiene un considerable músculo emocional - cada acción desencadena una reacción física y sensorial en sus personajes de considerable envergadura - pero también, hay un recorrido siniestro por algunas preguntas colectivas. Desde el concepto de víctima de nuestra sociedad hasta la concepción de la violencia física. Poco a poco Garland se hace preguntas duras sobre cómo se comprende en el mundo contemporáneo algunas de las grandes preguntas existenciales. Mucho más, cuando toda la atención está enfocada en Harper (Jessie Buckley), una sobreviviente que intenta, en la medida de sus posibilidades, sobrellevar el dolor desde la conciencia de la dignidad.

Pero el film de Garland convierte ese anhelo medular en algo más complejo. Y de hecho, la primera mitad del film resulta engañoso. ¿Harper imagina lo que ocurre a su alrededor? ¿Se trata de una ensoñación afligida que se derrumba en pequeños fragmentos de información contradictorios? Garland ya utilizó el mismo truco con el personaje sin nombre de Natalie Portman en Aniquilación del 2016. Pero, en esta ocasión, se trata de una trampa total, sostenida por un argumento sólido que juega a la deshumanización. Harper intenta escapar de las presiones de su vida rutinaria - en el cual las heridas emocionales que lleva a cuestas son más dolorosas y violentas - y recluirse en soledad. Sin embargo, solo logra un recorrido por los horrores más sutiles. Encontrar un espejo terrorífico y sutil, a través del cual puede verse reflejado y comprender, que algo ocurre en la imagen que tiene sobre sí misma y la experiencia que vivió. 

Pero Men se atreve con algo más. Y es crear un concepto complejo que sólo es comprensible a medida que la trama avanza. Usando el Síndrome de Fregoli como base - el trastorno psiquiátrico que hace creer a un paciente que todas las personas a su alrededor son en realidad, una - Garland profundiza en los terrores femeninos de nuestra época. ¿Se repite el comportamiento temible y grotesco en todos los que conoce? ¿Se trata de algún tipo de alucinación? Harper, a la distancia, es incapaz de reconocer el comportamiento idéntico y amenazador de los hombres con que se tropieza. Y uno a uno, crean una imagen suspendida y total del horror del maltrato. Garland, que suele sentir una obsesión más que evidente por los estados alterados y el miedo a lo desconocido, crea con Men un escenario oscuro que se vuelve una amenaza viva. Poco a poco, Harper encontrará la amenaza que debe enfrentar es cada vez más dolorosa, extraña y virulenta de la que creía. 

Para Garland, lo misterioso se traduce como grandes vacíos de información o preguntas sin respuesta. Un recurso que hace que a menudo sus películas sean consideradas crípticas o en cualquier caso, a la mitad de un estrato contemplativo difícil de comprender de inmediato. Men podría ser algo en mitad de la percepción de la extrañeza y también, la condición de lo terrorífico, sostenida en lo cotidiano. Pero como suele ocurrir, con Garland las cosas nunca son evidentes. O no lo suficiente como para que el análisis de sus especulaciones sobre la realidad sea inmediato. Una de las grandes virtudes de su filmografía.

Un largo trayecto por la ciencia ficción

Garland lleva una buena cantidad de tiempo creando ciencia ficción de alta calidad. Siendo aún un joven de 26 años, su primera novela Beach, una meditada y extraña visión sobre un engañoso paraíso utópico, sorprendió a la exigente crítica literaria británica.

Aunque la adaptación de la novela llegó al cine sin demasiada repercusión ni brillo, demostró que la capacidad del futuro director para hacerse preguntas complicadas sobre la naturaleza humana, era tan extraña como valiosa, además de una mirada inusual sobre los vínculos invisibles que nos unen a lo desconocido.

Por extraño que parezca, la fama temprana convirtió a Garland en uno de sus personajes: aislado por el súbito reconocimiento, el mismo director ha comentado que pasó recluido buena parte del año en el que su publicó su novela debut mientras imaginaba extraños escenarios apocalípticos.

Algo de esos largos meses de silencio quedó plasmado en el guion de 28 Days Later, la atípica película de zombies dirigida por Danny Boyle que se convirtió en un éxito en el verano de 2002. Ya en la historia podía verse la impronta de Garland obsesionado con la caída de la civilización, la incomunicación y el desarraigo. También hay mucho sobre esa perspectiva pesimista sobre el futuro y las acciones de nuestra cultura en su siguiente novela The Tessarect, en la que meditó sobre la tecnología, sus peligros, riesgos y lo imprevisible del espíritu humano.

Para cuando Garland se sentó detrás de la silla del director, ya sabía cuáles eran sus obsesiones más profundas y lo qué quería plasmar en el cine. Ex Machina (2015) se convirtió en una fábula macabra sobre conspiraciones corporativas. Con la inteligencia artificial como eslabón entre lo humano y lo desconocido con una brillante historia acerca de los terrores inconscientes de una cultura arrogante.

Todo bajo la percepción del mal y el bien como una forma de batalla intelectual invisible. Para Garland, la tecnología es una puerta abierta hacia los lugares más tenebrosos de la mente: en Ex Machina asume el peso de la revelación de los alcances de la robótica. Analiza cómo influye en el comportamiento de quienes son testigos de su rápida evolución. Con un elenco mínimo y una versión elegante sobre los peligros futuristas sobre el libre albedrío y la ausencia de límites éticos, la película se convirtió en un considerable éxito de crítica y público.

Garland había encontrado la manera de contar la clásica historia del Pigmalión desde un ángulo siniestro. Algo que se enlazó con lo mejor de la ciencia ficción y el existencialismo de cierto tipo de especulación científica, que engloba la eterna inquietud del hombre sobre crear vida y en especial, las relaciones que sostiene con su creación. Mucho menos visceral que Westworld y más sutil que la visión de Scott en Blade Runner, la inteligencia artificial imaginada por el director fue un golpe de efecto a la forma en que imaginamos una distopía sutil rodeada de belleza.

La raíz de toda oscuridad

Para el escritor Jeff VanDermeer, la noción sobre la especulación científica se relaciona directamente con cierta perversión moral. De manera que combina ambas cosas en su novela Aniquilación, la primera novela de la trilogía Southern Reach que explora la naturaleza humana enfrentada a lo desconocido.

El autor imagina la llamada «Área X» como un paraíso virgen y peligroso de origen indeterminado del que nadie regresa. VanDerMeer no pierde el tiempo en analizar la cuestión del miedo hacia lo desconocido desde la sencillez, sino que asimila el riesgo y lo convierte en contexto. Todo un logro argumental que hace más duro e irrespirable el ambiente de la novela.

Alex Garland tomó lo mejor y más intrincado de la novela de VanDerMeer y lo convirtió en una insólita experiencia visual que transita con comodidad entre la Ciencia Ficción en estado puro y algo mucho más conmovedor.

En Aniquilación (2017) todo el argumento parece basarse en el desconcierto. “No lo sé”, repiten los personajes con cierta frecuencia y esa sensación de confusión (“No sé dónde me encuentro, no sé quién soy, no sé a dónde me dirijo, no sé qué ocurre” …) lo que sostiene un guion profundamente extraño.

Pese a todo, no logra adaptar de manera fiel la obra de VanDerMeer. Pero sí consigue captar de manera compleja las rupturas de las leyes tradicionales de la física, la biología, el tiempo y la memoria que la obra original recrea como una noción persistente sobre el horror. Aniquilación comienza y termina con una incógnita y es quizás esa aliteración del tiempo y el temor (lo que crea y subvierte el orden de las ideas). Lo que dota a la película de su extrañísima atmósfera y noción sobre la realidad.

Para la ocasión, Garland crea un mundo en que lo familiar, lo fantástico, lo espléndido, lo grotesco, lo repugnante y lo bello se mezclan como en un paisaje de pesadilla que resulta cuando menos incomprensible. Para la zona misteriosa que VanDerMeer describe en su libro como “distante, incomprensible, con fauna y flora inclasificable”, Garland construye una universalidad dispareja y sin verdadero sentido.

Flores que nacen y se extienden sobre el suelo en formas extravagantes y en apariencia voluntarias, árboles con apariencia humanoides o pequeñas criaturas cristalinas que reptan en lo que podría ser —o no— estructuras conocidas.

Todo, mientras las cuatro expedicionarias —tan deshumanizadas y aterrorizadas como para ser apenas figuras anónimas que deambulan en medio del extrarradio— deben cuestionar su sentido del tiempo, la realidad y su propia existencia. Cada detalle y elemento tiene un aspecto —y una implicación— levemente enfermiza y parece construir una salvedad sobre lo que comprendemos tan desconcertante como novedoso.

Garland tomó el riesgo de versionar la historia original, tomando solo los hilos argumentales principales y desdeñando todo tipo de pequeños subtextos que el libro utiliza como dobles lecturas de metalenguaje.

La fuerza estructural de un espacio malévolo e inexplicable al que un grupo de científicos deben enfrentarse, sin explicaciones y sin herramientas, continúa siendo el centro de la narración. Pero Garland evita las explicaciones, los sermones, los diálogos cualitativos o cuantitativos, para concentrarse en el misterio, lo que hace a la película magnífica en su cualidad incomprensible.

La tensión aumenta y se hace cada vez más insoportable con una narrativa por completo impredecible. Es entonces cuando Garland hace uso de los mejores recursos del cine de terror y lo elabora como un discurso coherente sobre lo incierto. Le añade interés, profundidad y dimensión. Y en medio de las incógnitas, la película avanza con buen pie sobre lo que no muestra para mantener el suspense. Una decisión argumental que Garland sustenta con una formidable inteligencia narrativa.

Devs, la última puerta al miedo

Devs, la serie de HULU dirigida por Alex Garland, analiza los temas fundamentales para el director. Y además los lleva a un nuevo nivel. Lo que durante los primeros capítulos parece un thriller de suspense corporativo es en realidad un recorrido/viaje iniciático hacia el miedo. Elaborado desde la noción de una profunda incapacidad del hombre para comprenderse a sí mismo.

Eficientes, racionales y sobre todo con reacciones creíbles ante eventos fantásticos, los personajes de Devs encarnan los mejores temas del escritor y director hasta llevarlos a un escenario por completo novedoso. Donde elabora un recorrido novedoso por la forma en la que los límites de la tecnología, la moral y las esperanzas sobre el futuro se desdibujan para conducir a algo más siniestro.

El guion jamás sacrifica la sagacidad, inteligencia, osadía o firmeza de sus personajes en favor del suspense. Lo que crea un diálogo fluido entre la narración —lineal, furtiva, dura, abstracta por momentos— y la lucha de las expedicionarias para comprender lo que ocurre a su alrededor.

Garland además es consciente de que necesita trascender el género, la edad o incluso la apariencia física de sus personajes. Por lo que los convierte en una batalla intelectual y moral que la película dibuja con cuidado con una enorme predilección por la sutileza. Además, de la percepción inquietante y sombría de que la amenaza —el misterio sublime que se esconde en medio de la extraña naturaleza que estrecha su cerco— está cada vez más cerca y entraña mayor peligro.

De la misma forma que en Aniquilación la frase “No lo sé” parece definir la atmósfera provocativa, violenta y preciosista de Devs. Pero la serie es mucho más que el enigma. Es un fascinante recorrido en medio de las sombras, del terror y de un tipo de angustia visceral y existencialista que avanza hacia lo desconocido en medio de una puesta en escena poderosa y valiente, que quizás es el punto partida hacia una nueva forma de comprender la Ciencia Ficción.

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