viernes, junio 9, 2023
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Del eclipse al renacimiento del Teatro Teresa Carreño

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El Teresa Carreño vuelve a ser protagonista de la actividad cultural de Venezuela, honrando la razón para la cual fue creado por el arquitecto Tomás Lugo, quien lo inaugura en el año 1983, durante el fin de la accidentada gestión de Luis Herrera Campins, culminando así un proyecto gestado bajo la primera presidencia de Caldera.
Por ende, se le considera un aporte de la cuarta república al país, sobre todo de los gobiernos copeyanos.
Sin embargo, los adecos, y más especialmente Carlos Andrés Pérez serán figuras claves en su posterior culminación y definición como espacio no solo de afirmación de las artes, sino de un polémico populismo de estado que construye y diseña mitos urbanos, para fortalecer su culto a la personalidad(al respecto cabe mencionar la toma de posesión faraónica de CAP con la presencia de Fidel y el concierto ofrecido por un controversial maestro Abreu).

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Una concepción política que estuvo en los orígenes de la democracia, incubándose como una pequeña infección, que devendrá en enfermedad tumoral en los tiempos de dictadura del chavismo, cuando la demagogia acapara y mancha el prestigio del Teresa Carreño, al convertirlo en plataforma del PSUV, en set del programa Aló Presidente, en un no lugar del sectarismo y el matoneo de la disidencia, tal como ocurrió en aquella infausta reunión de Alcaldes de la capital, donde Juan Barreto arremetió, hasta con chistes homofóbicos, contra Henrique Capriles y Leopoldo López en su condición de líderes de los municipios de Baruta y Chacao.

Fue uno de los momentos más abyectos que alcanzó el Teresa Carreño, bajo la sombra del régimen bolivariano.
Pero no se trató de un caso aislado, perteneciendo al expediente de irregularidades y denuncias que han marcado al teatro en las décadas del pensamiento binario, censor y violento del chavismo.
Antes de proseguir con el listado de agravios, comentemos que el Teresa conoció una historia más feliz entre los ochenta y los noventa, amén de su estilo brutalista diseñado por el arquitecto Tomás Lugo(críticos no le faltaron en su época por las lluvias que anegan el espacio, el peligro de las escaleras y así).
Ahí asistimos a su concreción como sueño cultural y nueva casa para el Festival de Teatro, comandado por Carmen Ramia y María Teresa Castillo.
Famosas eran las inauguraciones del Festival con lo mejor de las agrupaciones de vanguardia que asombraron al mundo.
Recuerdo el furor causado por la presentación del infierno de Tomás Pandur, así como de obras de ruptura de la movida española, incluyendo las mágicas participaciones del teatro negro de Praga.
Por igual, vimos el crecimiento del Teresa como centro de formación, dando cabida a agrupaciones como Danzahoy, la librería Monte Ávila, la tiendita de la Cinemateca Nacional, la Orquesta Sinfónica de Venezuela y el ballet Teresa Carreño, dirigido por Vicente Nebrada.
Eran los años dorados, en los que germinó una intelectualidad y una sensibilidad civil de pleno respeto por las expresiones experimentales de la dramaturgia, el movimiento, la música, la difusión editorial.
Recuerdo pasar días enteros, viendo qué VHS alquilar en la tiendita de la Cinemateca, luego comprar un libro en Monte Ávila, ver un concierto y oxigenar la mirada ante la majestad de las obras de Soto.
Mi historia con el Teresa es la de un chico de Caracas, que ahí aprenderá a socializar y compartir, a tener citas y amoríos fugaces, a terminar trabajando y conociendo por dentro al Teresa Carreño.
Les cuento que rodé uno de mis primeros documentales en la sala Ríos Reyna, durante la visita de Simon Rattle con motivo del aniversario 30 del sistema de orquestas.
Pasé una semana grabando los ensayos con el maestro Rattle y los chamos del sistema, para contar aquella hazaña que supuso un parteaguas en la memoria del país y del sistema.
El documental se llama “Resurrección en Movimiento”, si les interesa el dato, producido por el canal cultural de Venezuela, Vale Tv.
Sin embargo, los próximos años me alejarían del Teresa Carreño por diferentes motivos políticos. Pronto lo vi pervertirse y corromperse, haciendo una purga de disidentes y emprendiendo una cacería de brujas contra sus creadores.
El Teresa será el centro de una operación política de discriminación y persecución, que acabará por opacar y eclipsar a los sitios culturales nacidos en democracia, como una venganza reactiva del socialismo del siglo XXI.
Las víctimas son conocidas y merecen una mención. El chavismo saca a Danzahoy del Teresa, así como a otras agrupaciones de danza contemporánea que hacían vida en el recinto, fundiéndolas en una suerte de compañía de danza filtrada por los carnets del PSUV, antes que por los méritos reales de los bailarines.
El resultado es la polarización inducida del gremio, su fragmentación, su domesticación y finalmente el exilio de muchos de sus mejores talentos.
Paralelamente, le cortan los subsidios y los apoyos a Monteávila y la Tienda del Cine, dejándolas en la ruina y en la quiebra, al extremo de cerrar sus puertas.
Monte Ávila pasaría a ser una inofensiva librería del Sur, que vende panfletos de Fidel y arengas de Chávez publicadas en tomos de lujo, como en las pobres librerías de la Habana, Cuba.
Se excluye al Festival del teatro de la programación, a cualquier iniciativa que no sea endógena, folklórica, inocua o simplemente servicial a los intereses dogmáticos del castrochavismo.
La gente se asombra con el desfile de Súpér Bigote, olvidando que el Teresa Carreño conoció de un envilecimiento igual de ridículo, grotesco y cursi que se instauró para bajar una línea, quebrar a la intelectualidad del país y enlodar el nombre de la pianista Teresa Carreño.

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Así, el Teatro pasó a ser vitrina de falsas ferias del libro, de indigentes, del afeamiento y el descuido de sus espacios cálidos.
Los amigos del Teresa lo abandonaron, por defecto, buscando otras latitudes menos orquestadas por un plan de lavado cerebral a gran escala.
Inspirado por aquellos hechos trágicos, escribí una novela en línea sobre el estreno de la película “Zamora” en el Teresa Carreño del milenio, intentando expurgar el pánico y el miedo que sentíamos por el devenir propagandístico del teatro.
No en balde, evoco el antecedente del estreno de “La Revolución no será transmitida” en una Teresa Carreño abarrotado de camisas rojas y militantes de los círculos bolivarianos.
Posteriormente, será sede del lanzamiento de “Al Sur de la Frontera” con Oliver Stone, transformando al Teresa Carreño en el Teatro Carlos Marx de la Habana, Cuba. Un auditorio digitado y controlado, con puño de hierro, por la visión estalinista de los inquilinos eternos de Miraflores.

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La destrucción y la clausura técnica estaban a la vuelta de la esquina. Y así ocurrió en secreto.
De a poco, baños, escaleras mecánicas, estacionamientos, oficinas y ascensores fueron cerrando, por falta de mantenimiento.

Al Teresa Carreño se le dejó a la deriva y a merced de la improvisación, de la provisionalidad y del azar que afectó a la red de Museos.
El Teresa se pudo mantener en pie, por la consistencia de sus pilares fundacionales. Silenciosamente, un grupo de mujeres y hombres se quedaron trabajando ahí, como custodios de su arquitectura, como vigilantes y protectores de su idea de origen. Carecían de los recursos, pero gracias a muchos de ellos, hoy el Teresa Carreño vuelve a brillar por su programación, reconectando con los principios que legaron su fama.
Queda todavía mucho trabajo por hacer y esto lo saben muy bien mis amigos del Teresa.
Uno de los retos es garantizar la plena libertad de expresión y consolidar una grilla que no sea el sueño de una noche de verano, que no sea una tormenta en el desierto, que se prolongue en el tiempo, dando cabida al país diverso y al mundo del espectáculo.
Por supuesto, que el Teresa no se ha arreglado de la noche a la mañana, y su cambio real depende de un mandato que no entiende de transiciones, sucesiones pacíficas y auténticas negociaciones que no sean acuerdos de partidos cohabitantes.
Al menos, el Teatro ya no es una suerte de seccional de la Constituyente, una subsede de las Fuerzas Armadas, la casa de festejos de Nicolás.
Aboguemos y observemos, con ojos críticos, la evolución del Teatro Teresa Carreño, cuya remodelación es buena noticia, a pesar de todo.
Me gustaría saber qué piensan en el foro.
¿Es un espejismo, una propuesta cierta o un simulacro que montaron para ofrecer pan y circo, explotando a un mercado aislado con precios que solo puede pagar una minoría?

¿Y los hospitales y servicios públicos para cuándo tendrán una remodelación como la del Teresa?
Los leo.

Sergio Monsalve
Sergio Monsalve
Director Editorial Observador Latino. Comunicador social. Presidente del Círculo de Críticos de CCS. Columnista en El Nacional y Perro Blanco. Documentalista, docente, productor y guionista.

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