martes, marzo 28, 2023
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    El Grammy es la cura para el Oscar

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    El contraste entre el domingo pasado y el de anoche, no ha podido ser más elocuente y evidente.

    Después de una semana agotadora, hablando de la cachetada de Will Smith y el chiste de Rock, la academia de la música ha dado una lección a su par del cine, con una ceremonia de altura, donde la cultura, el arte, el entretenimiento y el contenido volvieron a ocupar el centro de la noche, de la conversación por redes.

    Los errores del Oscar se corrigieron con creces y consiguieron un ejemplo, para poner sus barbas de boomers en remojo, buscando una alternativa de cara al futuro.

    Rápido se esfumó la teoría circulante del fin del star system, en cuanto las estrellas regresaron a su nivel de ofrecer la mejor versión de sí mismos, dejando a un lado el ego, el odio y el resentimiento.

    Entre las virtudes musicales de la gala, cabe mencionar los números de Silk Sonic, la telúrica interpretación de Billie Eilish, el desafiante unipersonal de Lil Nas X, el impecable show coreográfico de los chicos de BTS, la sentida participación de Justin Bieber, los conmovedores homenajes al pueblo de Ucrania y al fallecimiento de Taylor Hawkins, el frenético ensamble rockero de HER con Kravitz y el colorido performance de Jon Batiste, quien se erigió en el ganador de la entrega, al recibir cinco gramófonos por “We Are”.

    El artista, con agradecimiento y humildad, reconoció a los demás nominados, afirmando la importancia de seguir siendo ellos mismos y que “la música es más que algo para pasar el tiempo, es una práctica espiritual”.

    Personalmente me decepcionó la intervención de Balvin, en representación de la comunidad latina. Cantó los temas de siempre, con apenas variantes, dentro de un espectáculo visualmente monótono y encajonado. Fue uno de los más criticados, esperábamos más de él.

    Por supuesto, no faltó la sobredosis de pop fresa, de costumbre, por cuenta de una Olivia Rodrigo que me gusta menos que Doja Cat, cuyas melodías se trastocan con un erotismo afirmativo y provocador, que trascendió en ella con su estilo sexy, mostrando un vestido escotado al momento de obtener su gramófono por uno de los dúos del año con SZA.

    La nota más académica vino por cuenta de la delegación country, que estuvo inspirada, así como de la operática e histriónica contribución de Lady Gaga, que llevó el Jazz a escena, recordando al amado Tonny Benet, todavía vivo y coleando a sus noventas, pero anunciando la presentación de la diva, desde la casa.

    Para los expertos, quedó grabada en la memoria la camiseta de Taylor que portó Billie Eilish en su participación más rockera y desatada que se le recuerde en los Grammys. Brutal!

    La transmisión sí hizo un toque técnico con el presidente de Ucrania, Zilensky, que explicó la situación delicada y urgente de su país, haciendo un llamado al mundo, para que cese la sangrienta ocupación de Rusia.

    Otro golpe maestro de la comunicación ucraniana, que se ha ganado nuestro corazón y respeto, poniéndole rostro y carisma al dolor de las víctimas y los caídos en el frente bélico.

    Se entregaron pocos premios, en categorías abultadas, lo cual debe replicarse en el Oscar, para de verdad impulsar reformas y cambios, a favor de la diversidad.

    La gente se identifica rápidamente con el Grammy, no solo por la calidad del show y de la música, sino porque descubre coherencia en la comunicación y espíritu real de acompañamiento de la audiencia, en sus ansiedades, pensamientos y demandas.

    De hecho, fíjense el gesto bonito de incluir a los miembros del equipo de producción de los nominados, dándoles la oportunidad de presentar y reflejar que una estrella es la punta de iceberg de un aceitado entramado de producción, que merece tanta visibilidad y amor como los ídolos que se lucen en tarima.

    No es cuestión de simple demagogia, es sencillamente predicar con el mejor ejemplo, permitiendo que las cosas ocurran sin dramas e interferencias de narcisos desatados y mal encarados, que quieren opacar al resto con sus desplantes de engreídos.

    Resiliencia, modestia, alegría, tregua y sanación, han sido las banderas que se han izado en Grammy, para enviar un mensaje al planeta que se decepcionó y entristeció con el Oscar.

    Espero que la academia del cine, acuse recibo de la institución de la música, que definitivamente maneja con destreza e inteligencia, su misión, su visión y sus criterios curatoriales.

    Me encantó la sobria conducción de Trevor, el adecuado discurso del presidente de la academia, y el clip con los jóvenes que la refrescan, con una elegancia y una mística que se refrenda en la gala.

    Soy fan del Grammy, porque admite a las periferias y vanguardias, porque reconcilia a una industria, y porque permite que los chamos se ilusionen, pensando que ellos pueden ser como sus ídolos, algún día, con mucho trabajo.

    Por desgracia, la meritocria del Oscar es una burocracia lentísima y pesada, que opera como un filtro castrador del talento, al frenar la movilidad laboral y creativa en Hollywood, concediendo premios por trayectoria, antes que por la oportunidad y el impacto de cuestiones que solo suceden una vez.

    Hoy parece impensable que un joven obtenga el gran Oscar de la noche. Imagínense que todavía se lo deben a monstruos como Nolan.

    Qué diferente sería el Oscar, sí permitiera que los centenials participen y ganen en serio, como en los Grammys, el equilibrio perfecto entre generaciones y gustos.

    No es poca cosa. Mis respetos y larga vida al show!

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    Sergio Monsalve
    Director Editorial Observador Latino. Comunicador social. Presidente del Círculo de Críticos de CCS. Columnista en El Nacional y Perro Blanco. Documentalista, docente, productor y guionista.

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