Por Edgar Rocca.
Cada año las nominaciones a los Oscars inician la cuenta regresiva a la gala final. Este martes 08 de febrero se anunciarán las de este año, cuya noche final se llevará a cabo el domingo 27 de marzo. En una gala que pareciera será mejor que la fría de 2021, la cual vio descender la audiencia a su punto más bajo en la historia. Este año se nos hace interesante la competencia en el apartado de mejor actor. Principalmente por el trabajo de Will Smith y Andrew Garfield.
Los especialistas dan por descontado la nominación de estos dos actores, de hecho, ellos junto a Benedict Cumberbatch (El poder del perro), Denzel Washington (Macbeth) y Javier Bardem (Siendo los Ricardo) encabezan las apuestas para estar nominados, sumado a que son los 5 nominados a Mejor actor en los premios del sindicato de actores. Que vale acotar es el gremio con mayor número de votantes en la academia.
Un poco más de tres mil personas (una cifra lamentable) vieron en cines de Venezuela King Richard dirigida por Reinaldo Marcus Green y protagonizada por Will Smith, por la que a inicios de 2022 se ganó el desinflado Globo de Oro. No pude ver la película en cines pero de inmediato entró en HBO Max, donde la disfruté un sábado a las 9 de la mañana mientras mi hija recién nacida tomaba una siesta.
Más allá del premio, Smith está en uno de sus mejores trabajos y anuncia la fuerte lucha que tendrá con el otrora Spiderman Andrew Garfield que también se llevó un globo en esta edición por su trabajo en Tick Tick Boom, la ópera prima del afamado compositor y creador de musicales para Broadway Lin-Manuel Miranda, disponible en Netflix.
Estas películas son biopics, que tienen sobre ellas el sello de “buenas películas” pero no lo suficiente para ser ganadoras al Oscar a mejor Película, por esto, un premio en un renglón importante como el de Mejor Actor, sería el éxito final para ellas. En King Richard vemos a Will Smith como Richard Williams, el obstinado padre de Venus y Serena Williams, que con su estricta crianza, formó a las tenistas más importantes de la historia del tenis moderno.
Smith desde hace tiempo ha demostrado que es un actor con un registro más amplio que el del carismático Príncipe del rap, serie que le dio fama mundial. Ya en 2002 vimos cómo logró su primera nominación a los Oscars y cambió físicamente, subiendo de peso para convertirse en el mítico boxeador de pesos pesados Mohamed Ali, en la biopic dirigida por Michael Mann. Ese año el premio se lo llevó el sempiterno Denzel Washington, quien por cierto, este año tiene oportunidad de superar a Marlon Brando en nominaciones y empatar a Al Pacino con 9.
Su demostración final fue en la conmovedora En busca de la felicidad para muchos la versión con final feliz de La vida es bella, allí Smith nos hizo llorar a todos, interpretando a un padre soltero con serios aprietos económicos que lucha contra la adversidad. La felicidad de Will en el último plano de la película fue la felicidad de miles que vieron la película. Allí consiguió su segunda nominación pero perdió con Forest Whitaker quien ganó por El último Rey de Escocia. También competían ese año Leonardo Di Caprio, Ryan Gosling y el mítico Peter O’Toole.
Han pasado 15 años desde aquella última nominación. Smith ha seguido intentándolo con personajes dramáticos en películas con resultados desiguales y una que otra película de acción o superhéroes. Logrando así, mantener su estatus de estrella por más de treinta años. Es el momento de su Oscar. No es su mejor papel, pero logra montarse a cuestas una película con pocos o ningún actor de renombre, un joven director independiente y una historia con pocas posibilidades comerciales como lo demostró su resultado en taquilla.
Su director demuestra ser solvente y seguro le vendrán más películas en adelante. Hay un momento en la película donde parece que el guión o el director dejan a Will sin su “gran escena actoral” y es que Aunjanue Ellis, su pareja en la película, quién interpreta a Oracene Price, madre de las tenistas, logra opacarlo. Es la escena donde discuten en la cocina y donde ella le reprocha la importancia en la crianza de las niñas y los muchos esfuerzos que también hizo para criarlas.
El falso clímax, necesario para la historia, sirve de antesala a la escena de Richard hablando con Venus. Llevándonos a ese lugar profundo del personaje, donde expone todos sus miedos, carencias y motivaciones. Y es que Will Smith dista mucho de Richard Williams, en apariencia, en personalidad, y aun así logra sacar adelante el papel y que olvidemos que es el mismo hombre que hemos visto como el príncipe del rap, como Ali o como Chris Gardner en En busca de la felicidad.
King Richard es un proyecto para que Will Smith se lleve un Oscar. Su esposa es productora del film, con su empresa levantaron los 50 millones que costó la película y, salvo los malos resultados en taquilla, disculpados por esta época de vacas flacas por la pandemia, en el apartado de premios la crítica ha sido consecuente en premiar o nominar a Smith. Un Oscar que para muchos le deben, será la guinda al pastel.
Seguidamente, se nos cruza el trabajo que sentimentalmente nos parece superior al de Smith. Y es el de Andrew Garfield en Tick tick Boom. En el momento que escuché que hablaban del retroceso actoral del actor luego de esta película, no pude más que defenderlo y conseguirle las virtudes que también le han valorado en esta temporada de premios los especialistas norteamericanos.
Garfield no es un desconocido. Tampoco pasa nada si no lo gana, goza de una nominación por Hacksaw Ridge, aquella película bélica de Mel Gibson donde salvaba a muchos compañeros, a pesar de no portar arma en el frente de guerra. Pero también fue el Spiderman de transición entre Tobey Macguire y el chico de moda Tom Holland. Ha sido dirigido por grandes directores como David Fincher en Red social y Martin Scorsese en Silencio.
Lo que sucede con Garfield, no lo veremos en ningún otro actor de la temporada. Él no solo actúa y convence, sino que baila, canta y empatiza incluso con un espectador que no le gustan los musicales como es mi caso. En su biopic es fácil empatizar con las luchas de su personaje, el cual sueña con dirigir una gran obra musical, pero además tiene que lidiar con la frustración de estar cerca de los 30 años sin cumplir sus sueños, trabajar para llegar a fin de mes y otras distracciones personales que son universales, como el desamor o la enfermedad de seres queridos.
Garfield sale con nota sobresaliente, por lo completo de su performance. Además, coincide su ejecución con la ópera prima de alguien que ya no es aquel “talentoso de orígenes latinos” sino un artista respetado y en su mejor momento en la industria, como lo es Lin Manuel Miranda. Que hace una primera obra aventajada y madura, abordando una historia real, de un hombre que fue un gran talento que no pudo disfrutar en vida el ser llamado “artista” y eso es un acierto en la propuesta de Miranda. Hacernos voltear a una historia con un final triste, y para muchos conocido, pero que no tiene el foco de la historia.
Garfield nos regala uno de los mejores momentos del guión y de su trabajo, cuando habla por teléfono con su agente. Los diálogos entre ellos resumen el espíritu del film y reconforta el alma de todos. Garfield no debe ganar el Oscar, pero sentimentalmente es el ganador de muchos, incluyéndome, y aceptando que Will y su carrera merecen el reconocimiento, porque así es el negocio, esa es la dinámica.
Hay una tendencia que indica que Benedict Cumberbatch puede terminar destronando a Will Smith, pues es la cabeza de la película más grande de la temporada, con una experimentada y valorada directora como Jane Campion, una historia profunda basada en la novela de Thomas Savage de 1967. Y que parece ser la película que finalmente le dará el Oscar a mejor película a una producción de Netflix.
Cualquiera de los tres merece el premio. Pero votaríamos por Will Smith y como segunda opción el empático trabajo de Andrew Garfield. Mañana nos enteraremos de los nominados, y finalmente el 27 de febrero, en la gala del sindicato de actores, veremos con mayor claridad el desenlace del 27 de marzo.