Acaba de fallecer mi estimado amigo Amadeo Mazzucato quien fue dueño de varios restaurantes en Caracas desde finales de los años cuarenta hasta el Marco Polo en la época de la segunda presidencia de CAP de quien era amigo de confianza y testigo privilegiado de los conflictos entre su entorno. Era egresado de una escuela de cocina de una universidad del norte de Italia cuando llegó muy joven a Caracas en 1947 y comenzó a trabajar en un restaurante propiedad de una caraqueña casada, que se había escapado 20 o 30 años antes con un torero y había terminado de pareja con un gastrónomo noble y arruinado del norte de Italia.
Cuando regresó a la ciudad, donde nadie la reconoció por su elegancia y distinción abrió ese restaurante en la zona elegante de aquella Caracas que se iniciaba en la democracia como era la zona cercana del Museo de Bellas Artes. Fue Amadeo además autor de una columna sabatina por muchos años en El Nacional sobre el tema gastronómico donde hablaba de platos, especies e historias de la alimentación.
Hace como 8 años le pedí una cita en mi investigación sobre la historia de los restaurantes de Caracas que no ha tenido una revisión minuciosa de ellos, cosa que hice desde los tiempos de la Independencia hasta comienzos de los años 70, antes de aquél disparate de la Gran Venezuela que nos trajo a esta tragedia de estos años. Era Amadeo un viudo culto, inteligente, que añoraba a su esposa a cada momento y con sus ahorros de los primeros tiempos fundó un restaurante en el Zulia con edificio incluido en una zona petrolera. Fue el sempiterno presidente de la asociación de dueños de restaurantes y propulsor de la escuela para la formación de los empleados de la industria gastronómica, por lo que conocía el quién es quién en ese ramo, mucho más complicado de lo que nosotros nos imaginamos. Fueron muchas sesiones de conversación donde Amadeo rememoraba datos y detalles del pasado de la vida de los restaurantes, donde conocía a todos.
Era además un hombre muy culto y atildado a quien le gustaba conversar de otros temas y conocedor como pocos de aquella Caracas de la época perezjimenista o democrática. Cuando concluí el libro seguimos como amigos y periódicamente lo llamaba para corroborar otros datos suministrados por otras fuentes, inclusive nos reunimos hace poco tiempo en la fuente de soda del Centro Plaza cuando nos tomamos la foto del día.
Conocía el quién es quién en Caracas y lo que no había presenciado lo había oído en sus reuniones privadas con sus colegas, incluso la verdadera cotidianidad en ese ramo, que es mucho más complicada de lo que imaginamos y de allí los cambios de rutina que se dan en ese mundo. De hecho Amadeo le dio su toque al libro acercándolo a la Historia de nuestra gastronomía y alejándolo de la crítica gastronómica.
Que descanse ahora mi estimado amigo Amadeo Mazzucato, a quien junto con José Rafel Lovera y Armando Scannone dedicaré el libro sobre la verdadera historia de los restaurantes de Caracas. Gracias otra vez estimado Amadeo.