Ayer, dado que estoy rodeado de pacientes con COVID y la ola de contagios es inmensa he decidido ser más prudente y no andar de sitio en sitio, lo que me ha permitido quedarme en casa escribiendo hasta que Anapina se restablezca por completo y no estar contagiando a nadie, pese a tener ambos todas las dosis de las vacunas.
Esto me ha permitido meterme de lleno en mis archivos y he topado con un grupo de afiches de muy viejas películas mexicanas que debo montar y regaladas por mi estimada amiga Aurys Castro que me alegró muchísimo pues ayuda a llenar un hueco muy importante en un libro que estoy escribiendo.
Esos afiches son muy frágiles y muy bellos, recordando una época muy hermosa de nuestra vida. Representan muchas cosas de nuestra historia latinoamericana, desde el desastre que es el peronismo cuando Argentina competía con México en la producción de películas en español hasta que eva perón por frustración y envidia con Libertad Lamarque obligó a ésta a irse al exilio y hacer carrera en la capital azteca. La ida de doña Libertad y la persecución contra otras estrellas del cine argentino decapitó al cine que se hacía en Buenos Aires.
El éxito azteca estaba así asegurado porque la totalidad de las películas norteamericanas eran en inglés y si bien traían sus subtítulos en español, el pueblo llano en su gran mayoría no sabía leer a cabalidad esos subtítulos por lo que lógicamente la gente humilde de América Latina se aficionó solo a las películas mexicanas en español. Pero en México el arquetipo del charro estaba tan arraigado que terminó siendo una apología de la virilidad y de allí al machismo había solo un paso muy pequeño.
Y el cine mexicano siempre fue una lucha por consolidar esa raíz y por ende también exportando ese modelo en América Latina. Tito Guisar, Jorge Negrete, Pedro Armendariz, distaban mucho de Juan Gabriel, que también hizo sus rancheras, o de don Pedro Vargas que fue epítome de la cultura urbana de ese país.
En toda película ranchera siempre había un tema de amor frustrado, del triángulo del bueno, el malo y la muchacha, pescozones, la perdición de la mujer y la lucha por su amor donde ella terminaba en un final feliz con su charro o sola en el fondo de un cabaret. También el cine mexicano mostraba la lucha entre aquél mundo rural y el mundo urbano con hombres como Pedro Vargas o Cantinflas.
Y siempre los celos, la fidelidad en dudas, las canciones de despecho, el mabil, el rico malo y todos esos códigos morales y políticos del PRI aseguraban el éxito de taquilla entre el público humilde.