Coincido en que J.L O mereció la nominación por “Hustlers”, que durante mucho tiempo la media la subestimó, que tiene una filmografía espléndida(con sus bajones) y que ella pudo sostener sola el show de mediotiempo del súper tazón, sin el acompañamiento de Shakira.
Sin embargo, difiero del tono político y conceptual de “Halftime”, su nuevo “documental” para Netflix. En tal sentido, compartiré cuatro críticas sobre el contenido disponible en la plataforma.
- Más que un documental, una campaña autoindulgente de comunicación.
J.Lo es el centro de su propio show, contando el detrás de cámaras del mediotiempo del Súper Bowl. La idea luce interesante en el papel, logrando extrapolarse en la pantalla a lo largo de los minutos intensos de ensayo de la artista, a través de secuencias de montaje y edición rítmica. Pero como dijeron en CNN, el exceso de control en su narrativa, le pasa una alta factura a “Halftime”, concebido como una rutinaria y reiterativa justificación de la diva ante los medios, como si hiciese falta. Parece darle toda la razón a quienes la cuestionan por egocéntrica, excéntrica y demasiado sensible a las críticas. Jeniffer nos muestra parte de su vida íntima, evitando meterse en cualquier hondura que la comprometa. Sumado a su retórica y omnipresente voz en off, el coro de testimonios tampoco aporta mayor picante al relato, apenas refuerzos a la autoestima de la protagonista. Por ende, se desprende involuntariamente un ambiente tóxico de puro positivismo y glorificación de su séquito, en plan adoración eterna. Así extrañamos un verdadero conflicto. Incluso el tratamiento del caso Shakira es más humo publicitario reactivo, que otra cosa, en el sentido de afirmar cuestiones discutibles, como que dos latinas juntas es un insulto en el mediotiempo. Qué dirá Eminen que compartió su entretiempo con todo el gueto que lo vio nacer, incluyendo a 50 Cent que no estaba en el plan de la organización. J. Lo se revela insaciable y lo quiere todo para ella.



2. Quiero sufrir como J.Lo.
Llevando su cooler con incrustaciones de diamante y una existencia de reina de su propio imperio, J. Lo. todavía se siente apartada e incomprendida. Hay un dejo de enojo en su rostro, por momentos, porque recibe más Razzies que estatuillas. Al respecto, una aproximación humorística suma más que el enfoque conflictivo y dramático que busca el documental, victimizando a López como una mujer que no ha sido justamente dignificada por el Oscar. Ciertamente, la luna hiel entre ella y la academia no es nueva. Puede ser un prejuicio, capaz un asunto racial, de repente una reacción severa a lo irregular de su trayectoria. Pero en vez de superarlo e ignorarlo, como cualquier Lynch o Nolan, a López se le suben los humos, pensando que debe obtener el Oscar por “Hustlers”, cuyo diseño explota sus dones, con fines de servicio de cara a la temporada de premios. A veces ocurre que tanto empeño en ganar el Oscar, genera un backlash. Fue lo que le pasó a ella en su campaña de “Hustlers”, donde recibió la nominación a los Globos, más no la ansiada al Oscar. “Halftime” nos cuenta los entretelones de aquella situación incómoda, intentando pasar la página. Sí resulta constructivo observar los privilegios y el dinero que supone tocar la cima del cielo de la meca. Por igual, “Halftime” no se conforma y exige más consideración y respeto para la diva. El problema es que, de nuevo, se edifica un discurso entrópico y narcisista, que revela debatibles instintos mesiánicos y de culto a la personalidad.



3. De la demagogia progre al apoyo incondicional a Biden.
El hueso más duro de roer del telefilme, lo compone su canto a Jode Biden en contra del populismo del “malvado Trump”. Aquí caben varias reflexiones. Primero, J. Lo. nos vende el humo de una transición demócrata necesaria, aspiracional y perfecta, lindando con los registros kistch de una propaganda de manual lefty, cantando himnos a la diversidad con la mano en el pecho y la mirada en alto. Se olvida y se omite que el remedio de Biden ha sido peor que la enfermedad del coronavirus, al inyectarle un exceso de masa monetaria y de circulante a la economía de Norteamérica en planes sociales, desatando un actual caos y desastre de proporciones épicas, nivel recesión de los años 30 y del 2007, abriendo la puerta para el regreso republicano a la cámara de diputados en las elecciones de medio término. Jennifer López imita los tropos de la filantropía izquierdista de mala conciencia, armando fundaciones dadivosas y brindando respaldo a un gobierno misionero como el de Biden. El resultado no aparece en el documental, pero es la bomba inflacionaria que sacude los cimientos del sueño americano, hasta el punto de convertirlo en una pesadilla. Culpa de Joe y su desastrosa gestión. “Halftime” nos pinta un futuro venturoso que no se cumplió desde la vuelta de los Obama y compañía a la Casa Blanca.
4. Identidad, orgullo e inmigración.
De “Halftime” destacan tres pilares que son la pasión, el temple y la resiliencia de una estrella, que no se ha dejado doblegar por la industria y que la venció en sus propios términos. Hay sin embargo un pensamiento binario, clásico del marxismo cultural, que define la agenda de ella y sus mapas de corrección política. Ello permea desde su puesta en escena en el mediotiempo, hasta su lectura del problema de los inmigrantes. De cualquier modo, muy válida su defensa del derecho a la libre expresión, al libre desplazamiento y circulación de los seres humanos, frente a los muros fascistas que disgregan familias e impiden el acceso de los latinos a Norteamérica. Otra vez, el terreno de conversación es amplio, y el documental ofrece las limitaciones que contempla la metáfora de unos niños atrapados en jaulas plateadas, dentro de un espacio espectacular y pirotécnico que anula y atempera la denuncia. De modo que J. Lo. envía los mensajes correctos, usando su poder, aunque al final la gente se quede con los trajes, las contorsiones, los cuerpos cosificados y el chisme.
Prefiero las películas de J. Lo. que nos movilizaron sin tanta explicación, bajada de línea y moralismo inclusivo de súper rico, dándose golpes de pecho.
Se nota un complejo por justificar políticamente un espectáculo que es música y movimiento, al final del día.
Me temo que “Halftime” quedará como evidencia involuntaria de los caprichos y las curiosas aspiraciones de una diva que hasta parece soñar con ser la presidenta sentimental del mundo hispano.
De pana que se antoja como una campaña para postularse al cargo, en forma de largo y monocorde videoclip, tipo “Flashdance”.