domingo, abril 2, 2023
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    “La chica de nieve de Netflix”: recomendación de Aglaia Berlutti

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    Por Aglaia Berlutti.

    ‘La chica de nieve’ de Netflix, logra, en apenas seis episodios, narrar, con soltura y sin dejar cabos sueltos, un misterio complejo. Se trata de, quizás, una de las mejores adaptaciones de la plataforma y también, la más ingeniosa en su argumento. 
    En varias de las escenas de La chica de nieve, la atmósfera deja indicios de cómo se desarrollará la historia. Con sus tomas cuidadosas y primeros planos muy cercanos al rostro de los actores, todo en el relato conduce a una idea. La verdad está más próxima de lo que parece, aunque no sea evidente. El mejor punto de la nueva serie de Netflix, basada en la novela homónima de Javier Castillo, es que está consciente que la respuesta a su enigma es uno.
     Lo que hace que la producción no se desvíe de su objetivo: desentrañar lo que rodea al delito. A la vez, que cada pista — real o engañosa — puede ser un cliché o un lugar común. Particularmente, cuando el argumento relata, por enésima vez, una desaparición misteriosa que no tiene, al parecer, explicación plausible. 
    Pero es evidente que los guionistas Jesús Mesas Silva y Javier Andrés Roig, enlazan la percepción del peligro y el suspense en un único escenario. Investigar de qué forma una niña pudo extraviarse sin que haya el menor indicio de lo sucedido. Un crimen que puede profundizarse en varias direcciones distintas. 
    Por un lado, la policiaca, en la que la inspectora Millán (Aixa Villagrán), dedica tiempo y esfuerzo a una investigación que ya conoce demasiado. La chica de nieve, deja entrever que, quizás, es su veterano olfato, lo que podría ser el primer problema a vencer. Después de todo, ¿de qué manera puede saber que el caso que tiene entre manos se ajusta a toda su vasta experiencia en situaciones idénticas? 
    En la búsqueda de una niña que esconde un misterio más complicado 
    Pero el método legal es necesario y repetitivo. Es justo la conexión con lo corriente, lo que hace que el caso de Amaia sea complicado. El guion lo plantea como un suceso en apariencia común, pero que, en realidad, no lo es tanto. Lo que permite que pueda explorarse a partir de diferentes facetas. Desde el impermeable amarillo tendido en el suelo, única huella de la pequeña extraviada, hasta la evidencia que lo ocurrido esconde un suceso peor. 
    La chica de nieve, utiliza el apremio por saber la verdad, un recurso para que la narración avance con rapidez y sin tropiezos. En específico, cuando debe lidiar con el hecho que se trata de la adaptación de una novela superventas, cuya resolución es familiar para la mayoría de los televidentes.
    ¿Cómo brindar un aire novedoso a una premisa semejante? La trama, entonces, emplea lo mejor del material original para crear una visión acerca de una imperiosa búsqueda de la verdad. Eduardo (José Coronado), un periodista veterano, sabe que el caso de Amaia es más complejo que una niña perdida. Al mismo tiempo, que esa conexión con lo que podría ser una tragedia inminente requiere de su máximo esfuerzo. La pregunta si la víctima sobrevivirá a su desaparición es constante. 
    El recorrido en busca de la verdad 
    Una incógnita que parece basarse en una lucha contra reloj a través de indicios que no llevan a ninguna parte. Mucho menos, lo suficientemente sólidos como para ser algo más que pequeñas señales de una circunstancia turbia al fondo del caso. La chica de nieve, tiene la particularidad de ser un enigma dentro de otro. Pronto, el guion deja claro, que pesar de los esfuerzos por encontrar a Amaia, la verdad de su paradero es una pieza en algo más trágico.
    Gradualmente, la serie construye lo que parece ser un recorrido hacia lugares sórdidos. El suceso comienza a atormentar a la inspectora Millán, en un giro narrativo bien construido que reflexiona acerca de la sensibilidad sobre el cinismo. Sabe que una niña pérdida es una estadística. Para ella, es un rostro. Pero se trata del punto de vista de un funcionario. En la institución a la que pertenece, es un crimen entre los incontables que ocurren a diario. El dolor del personaje, es el símbolo de años de fracasos al ver escenarios sangrientos idénticos. “No será la última niña que desaparezca” se queja en voz baja. “La siguiente nos hará olvidar a Amaia”. 
    A medida que transcurre el tiempo, el caso se desdibuja y desaparece de la actualidad. Es entonces, cuando se convierte en una obsesión para Millán, los padres de Amaia y Eduardo. El argumento no se limita a profundizar sobre el sufrimiento de un crimen que impacta a una familia. A la vez, crea la sensación de onda expansiva a través de todos los que están relacionados con el caso. Poco a poco, el silencio alrededor de la suerte que pudo correr una víctima en circunstancias imprevisibles, se hace ensordecedor. 
    Al igual que el libro, la adaptación muestra con cuidado el panorama de un crimen que conduce hacia un episodio más retorcido. A la vez, la catástrofe familiar que simboliza lo acontecido con Amaia para todos los involucrados. Un punto ingenioso del guion, es brindar a las subtramas, una relevancia consistente. Eso, a pesar de que toda la atención del argumento está en hallar a la niña perdida. No obstante, la posibilidad que nunca haya respuestas, es constante. 
    Luchar, incluso cuando todo parece perdido: la premisa de La chica de nieve 
    Quizás por ese motivo, Eduardo necesita a Miren (Milena Smit), mucho más joven y con el idealismo de una periodista aún en prácticas. La colaboración entre el trío, es sin duda uno de los puntos fuertes de la producción. 
    Juntos, recorrerán la investigación a partir de una óptica novedosa. Desde la experiencia y la sagacidad de los periodistas a la intuición de la policía. Lo sucedido con Amaia se convierte en una especie de acertijo a gran escala. Cada uno, desde su espacio y punto de vista, explorarán el caso en fragmentos de información que deben ser completadas. 
    Para su último capítulo, en que la respuesta a la pregunta del paradero de Amaia llega, La chica de nieve alcanzó su punto más duro. Asimismo, el más dramático y mejor narrado. Una de las grandes virtudes de La chica de nieve, es lograr construir un desenlace creíble y emocional. No hay medias tintas en esta historia dolorosa, que utiliza los clichés del suspense para contar una premisa impredecible. Quizás, su mayor virtud. 

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