Por Jackeline Da Rocha.
El viaje del héroe es tan antiguo como la misma escritura. El escritor Joseph Campbell analizó en los años 40 cientos de historias más que superficialmente similares para determinar y explicar el fenómeno narrativo conocido hoy en día como monomito. En la más reciente versión de la película Dune encontramos todos los indicios de un nuevo grán héroe para las historias clásicas de nuestra cultura:
Las historias en cuestión rodean la travesía de un protagonista primeramente presentado y luego encara un reto que lo arranca de su zona de confort. Recibe un mensaje en forma de alguna invitación o reto. El hijo del duque de Atreides, Paul, interpretado por Thimotée Chalamet, es el enclave emocional de una lucha intergaláctica por los recursos del planeta llamado Arrakis. Sus padres viajan con él a un nuevo hogar para dirigir la administración de las especias obtenidas en las arenas del desierto Arrakino. En el trayecto Paul cae en cuenta de que los nativos, junto con su madre, albergan la esperanza de que él es “el elegido” -Matrix está en todos lados- para resolver un conflicto que aún desconoce. En el momento menos esperado, los contrincantes de la casa Harkonnen dan un golpe de estado para recuperar el control de las valiosas especias.
En el segundo acto se acercan al héroe mentores y colegas, nuevos acompañantes. Su madre se acerca a él de maneras que antes no lo había hecho: le cuenta de su pasado, su participación en un culto y su entrenamiento. Juntos escapan de un secuestro y atraviesan el desierto; no permitirán que nadie los separe. Aparte de los guardias de seguridad, en este caso específicamente, los demás personajes presentados como aliados tienen intenciones ocultas en su pasado o a desarrollarse hacia el final. La juez de paz del planeta, el doctor personal de la familia, la mujer de los sueños de Paul (interpretada por Zendaya); todos aparentan inocencia que se rompe en horas oscuras.
El héroe es llevado por una necesidad intrínseca de auto-descubrimiento que, finalmente, lo lleva a enfrentar la idea de su propia muerte. Debe superar pruebas mentales o físicas para probar su valor. La mayor de ellas será la causa de un momento de crisis que puede resultar en ganancia, ya sea en la forma de un tesoro o un poder. Una vez Paul comprende que su padre ha muerto deja atrás su costumbre de niño protegido y se adentra en su destino con certeza y agresividad. Él y nadie más será responsable de lo que ocurra con su reino. Su momento de probar su poder se da cuando se encuentra en una piedra con la población de un Sitch, un tipo de guarida bajo tierra y un claro juego de palabras con siege en inglés para denominar un “sitiado” o algo encerrado. El grupo de nativos Fremen le aclaran que no brindarán su protección a menos que enfrente a uno de ellos hasta la muerte. El príncipe prueba su destreza a sus retadores y a sí mismo. Su primera víctima simboliza una muerte dentro de sí mismo.
Para terminar, irónicamente, comienza un proceso de retorno en el cual el héroe representará a una comunidad o cultura en la lucha por un tipo de equilibrio. La madurez forzada por el viaje lo hará ver su nuevo lugar en su viejo mundo. Esta versión de Dune culmina en escenas que parecen llevarnos a una guerra inminente, por lo cual el cierre del ciclo probablemente se dé en la secuela a estrenar en el 2023.
Es simple decir que otras creaciones como Star Wars están inspiradas en Dune. Debemos tomar en cuenta que los héroes modernos son variantes de los antiguos clásicos. Harry Potter, Captain Kirk, Neo, Katniss Everdeen e infinitos más han partido de un factor común: la creencia milenaria de que nuestras experiencias nos transforman. Un héroe puede ser cualquiera.