Por Jackeline Da Rocha.
Alerta de Spoilers.
El fin de semana estrenó en Netflix la más reciente película de Jean-Pierre Jeunet, el director de Amélie. Sus excentricidades no quedaron por fuera de esta producción; evidentes en elecciones desde el vestuario hasta la ambientación.
En el año 2045 los humanos han delegado prácticamente toda labor manual a máquinas automatizadas. Algunos de los productos de la imaginación del director no parecen ser tan lejanos: amas de casa androides que limpian, planchan y cocinan; control de voz para la temperatura y luces de la casa (hasta el olor). Otros, como los carros voladores y las pantallas publicitarias que flotan al frente de tu casa con anuncios dirigidos específicamente, pueden ser más bien un prefacio alucinante del porvenir.
Entre muchas ideas la película rescata la paradoja del androide que siente curiosidad por las emociones humanas. Los “mecas” en Big Bug escanean a sus dueños y estudian sus comentarios, sus relaciones interpersonales y su sentido del humor. En vano los imitan pero finalmente esta afinidad es la que salva al pequeño grupo de personas que protagonizan el film.
El humano crea al robot. El robot progresa por sí mismo. Decide que el humano es obsoleto y toma por la fuerza el control mundial. Una premisa clásica de la ciencia ficción es la que da base a esta historia que también toma un poco del cine de Luis Buñuel.
Una mujer queda atrapada en su propia casa por condiciones ajenas a ella (una revolución robótica) y contra las cuales no puede luchar. Acompañada de su hija adoptada, ex esposo, vecina, su reciente pretendiente y otras personas, debe sortear toda clase de locuras que surgen al verse encerrados por la inteligencia artificial que controla las puertas de la casa porque ha decidido que el “exterior” es peligroso.
El villano de esta historia es primo cercano de los héroes: otro tipo de robots. Parecido a Mr. Smith (Matrix), el Yonix es un humanoide imponente, nada amigable que busca hacer cumplir la ley al pie de la letra y elimina a cualquier cosa o persona que se atraviese en el camino de su propósito.
Los robots han tomado el gobierno y han empezado a infiltrarse en la sociedad para subyugar la disidencia. Uno de ellos logra adentrarse en la casa de Alice, la dueña de la casa en cuestión, para toparse con que es amante de lo antiguo. Hace caligrafía, le gusta la poesía y colecciona libros impresos. El robot inmediatamente hace nota de la prohibición de dichos elementos, como en la famosa novela de Bradbury.
Los más jóvenes del grupo muestran una amabilidad extraña con los robots: son la generación “nativa” de este suceso. Los robots los han criado, no conocen otra cosa. Los adultos, en cambio, se sienten en ocasiones incómodos con sus avances cuando ofrecen hacer tareas que no se les han solicitado (y más cuando empiezan a imitar la risa humana).
Tras perseguir muchos caminos largos y distintos, la película cierra abruptamente con un error de programación (un bug) que causa que los Yonix se eliminen a sí mismos. Tal vez el director esperaba dejar en su obra una perspectiva positiva: si el robot es creado por el humano tampoco puede ser perfecto.