Residente, no eres un santo para condenar a Balvin a la hoguera de tus vanidades sociales.
Nadie es perfecto, todos tenemos defectos, pero insistes en buscar una pelea fácil con el cantante colombiano, porque sabes cómo es José de pacífico y tranquilo, por sus problemas con la depresión. Decidiste cebarte con él y plantear varios falsos dilemas, entre ustedes dos.
Como tienes memoria corta, o sufres de amnesia selectiva, debo cumplir con recordarte tu historia de un talento desperdiciado al servicio del chavismo.



A diferencia de ti, Balvin jamás prestó su música y su voz, para impulsar a los dictadores de latinoamérica, a los tiranos populistas del Al sur de la frontera, como tus amigos Hugo Rafael y Daniel Ortega, solo por mencionar a dos con los que te tomaste la selfie, orgulloso de posar de artista comprometido con las causas del continente.



Pero tu progresismo es pura fachada, pues te encanta la buena vida de bohemio chic, con todos los lujos y las atenciones de estrella a tu alrededor.
José no hizo un peso de su fortuna, vendiéndole el alma al diablo del comunismo.
De hecho, el chico de Medellín es conocido por no meterse en política y preferir hablar con su trabajo, del que tampoco soy fanático, pero que considero que juega con el mismo mercado que te ha restado influencia en los últimos años, René.
En el fondo sangras por la herida ante el ascenso de las nuevas generaciones, a las que satanizas como un padrecito impostor, como un inquisidor populista con doble moral.
¿En serio le vas a dar una lección musical a Balvin, con tu pasado de “Atrévete” y “Fiesta de locos”?
Crees que eres un compositor nivel Blades, tipo Mozart en la jungla, porque demagógicamente le cantas al pueblo y te haces la víctima en un storytelling, hablando de tu infancia.
Son lugares comunes que explotaste y que funcionaron al articular una serie de fórmulas y clichés.
De modo que ahórrate la master class para Balvin, que con “Colores” ensambló un álbum conceptual y exitoso que ya quisieras para tu colección o repertorio.
Encima, raspaste la materia de honestidad intelectual, donde José te revuelca con calle y elegancia, al participar no en una sino en par de campañas para el culpable de la destrucción cultural de Venezuela, tu pana el teniente Coronel de Sabaneta, con quien hablabas en privado y te recibía en Miraflores, el palacio presidencial, como embajador del Foro Socialista de Sao Paulo, responsable de incendiar a países como Colombia, Brasil, Perú, Argentina y Chile, en pro de extender los tentáculos de la izquierda retrógrada por el mundo hispano.



En nada de ello participó José, que bastante alejado se ha mantenido de las perversiones de los candidatos oportunistas de la fábrica de chorizos cubanos.
Si me preguntas, prefiero comerme un hot dog de Balvin, con papas y refresco, que cualquiera de las balas frías que cocinaste al calor del carrito de perros calientes que montaste con Chávez en Venezuela.
Vamos a recordarte que viniste en algo que llamaste: “visitas relámpago”.
Lo que llaman un “paycheck”, un pago que cobraste en dólares que le sacaste a las arcas quebradas del país, una plata que faltó en salud, medicina y seguridad. Dinero que no volverá.
La primera vez lo hiciste en el marco de un 13 de abril del 2008, para promocionar la clásica campaña chavista de “todo once, tiene su trece”, de cara a unas elecciones regionales que venían en camino.
Allí fuiste invitado por el alcalde metropolitano Juan Barreto, a quien le encantaba gastar en semejantes circos y parapetos, para subirse el rating entre los jóvenes.
No pagaba cash de su bolsillo, ni tonto que fuera, sino que “disponía” de las rentas públicas, con el propósito de armar un show de luces y regetón, cual La Cava, a efecto de conservar su cuota de poder.
Un negocio puntual que, por cierto, no produjo mayores beneficios a la nación, salvo los que rodearon a su manejo comercial opaco.
En cualquier caso, tocaste una primera vez frente a Plaza Venezuela, con un fin que entenderíamos luego: domesticar a la resistencia del movimiento estudiantil que estalló en el 2007.
Te usaron o te dejaste usar, para que los chamos se evadieran y alienaran, en vez de salir a protestar por sus derechos.
Pero tampoco sirvió de nada. Igual siguieron en el asfalto y los masacraron del 2014 al 2017. Un tema, Calle 13, al que no le dedicaste una canción lacrimógena.
Luego regresaste “flash” durante la celebración de la cumbre inaugural de la Celac, aquel invento de Chávez para comprar alianzas a precio de gallina flaca, disponiendo de la chequera de PDSVA, a la cual saqueaste como pirata del caribe.
Sumemos que tu infausta presentación fue transmitida en vivo por el canal Telesur, tras expropiarse su señal a RCTV. El saldo es más que negativo.
Para resumir, antes que molestar a Balvin, nos gustaría que pidieras disculpas en un video por tus años como ficha de la dictadura.
Deja que Balvin se entienda con los Grammys, que ellos arreglen sus diferencias y desencuentros, que no son solo los de él, sino de muchos que disienten de la academia, con más o menos razón. Él no es el único en manifestar críticas.
No tienes por qué sentirte amenazado o inspirado para justificarte egocéntricamente en la comparación con un colega tuyo del medio.
Fíjate que lo cuestionas desde una falsa argumentación marxista y binaria, que carece de sentido, porque escupes para arriba.



Nada tiene malo ganarse el pan con empleo, abrir un carrito de salchichas, así sea de música. Piensa que así nacieron miles de emprendedores que tuvieron la oportunidad de evolucionar y crecer.
Te pongo el ejemplo de Edison, que patentó cientos de cosas prescindibles, que sostendrían su industria para apoyar cuestiones verdaderamente trascendentes, como el cine, el sonido y la transmisión de la música.
Serán los expertos y el tiempo el que determine cuál fue el impacto de Balvin en su época. De momento, los números indican que los chicos lo aman.
Por el contrario, Calle Trece, tu imagen despierta sentimientos encontrados, y tu música no pega como antes.
Hay que ser menos dicotómicos, binarios y rígidos como tú, Residente, más en esta era de pandemia, que requiere de alianzas y empatías, de reconciliaciones y redenciones.
Estás a tiempo, Residente, de bajarle cinco y de sentarte con Balvin a conversar sobre cuestiones que pueden hacer como líderes en el futuro.
Los invito a que miren a su alrededor, y que comuniquen lo que sufrimos los venezolanos.
Cero rencor, pero sin impunidad y falta de memoria.
Aquí el que tiene que dar explicaciones eres tú, Calle Trece.
Atrévete, salte del clóset.



Sergio Monsalve. Director Editorial de Observador Latino.