jueves, marzo 30, 2023
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    Un país que prefiere oxigenarse culturalmente, antes que ahogarse en la nada política

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    Venezuela ha ido despertando de su letargo cultural, en los primeros meses del año, para salir de la olla de presión del coronavirus, la cuarentena y la explotación demagógica de la crisis, con fines de control social.

    El pasado fin de semana es bien sintomático al respecto, no solo en cuanto a ofertas de conciertos, sino en estrenos de películas, de obras de teatro, de inauguraciones de exposiciones individuales y colectivas, con criterios mínimos de calidad y dignidad.

    De pronto, el ciudadano ha abandonado su interés por lo político, a consecuencia de factores como la indefinición del conflicto eterno entre dictadura y oposición, el desgaste de las narrativas de la polarización, la falta de nuevas propuestas en el seno de los partidos y las ideologías en pugna.   

    Por ende, la gente opta por buscar certezas y emociones reales, por regalarse momentos de distensión y alegría en Festivales, eventos y concentraciones de masas, al ritmo de la música, al calor de los fogones, al compás de los bits de un DJ.

    En la actualidad, Caracas vive un despertar y un sentimiento de renacer, así como otras ciudades del país, a pesar de la depresión y de los problemas sin solución.

    Un pequeño triunfo de la economía naranja y privada, por encima de las tramas de los caducos sistemas públicos.

    A la distancia, puede pensarse, desde una lectura superficial o condescendiente, que las personas nada más asisten a un circo que manipulan los lavadores de plata.

    Ciertamente, hay datos que confirman que muchos negocios opacos y sucios, anidan en el fondo de la reciente, “paz bodegonera”, del cartel de toques y saraos que se anuncian con precios de escándalo.

    Sospechoso que vendan todas las entradas, a precios que rondan los cinco mil dólares, cuando apenas se publica la noticia de un concierto en redes, de alguna figura pasada de moda.

    Incluso, sabemos que la demagogia instrumentaliza el momento favorable para el consumo de espectáculos, realizando bonches al aire libre, como el colmo del Dracufest de LaCava, epítome de la cultura cringe que rentabiliza la frivolización política del estatismo progresista. 

    Sin embargo, también es verdad que han surgido iniciativas productivas y estimables, que buscan reconciliarnos con la esperanza de una creatividad noble e independiente, alternativa y feliz, divorciada de los pactos silentes y secretos con la farándula endógena.

    Para comprobarlo, basta con leer las reseñas de los expertos y críticos, sobre fenómenos puntuales como el éxito del “ Festival Sunset Roll” en Lechería, el lanzamiento de “Free Color”, la apertura de locales cool en Chacao para distenderse y escuchar música auténtica, la publicación de libros, la vuelta de Trasnocho Cultural al tope de su capacidad y programación, el regreso de salones competitivos de arte como “El Luis Ángel Duque” en la Galería Freites, el resurgimiento de la movida electrónica en sitios como MODO y 360, la inauguración de cafés y restaurantes de emprendedores que te transportan a otras esferas, el reinicio de las actividades académicas en universidades y escuelas.

    Personalmente, tuve que administrar y escoger, para concentrarme en mis preferencias, durante el fin de semana.

    Porque no se puede ir a todo, tampoco hay tanto dinero, y humanamente es imposible estar en tantos locales y lugares al mismo tiempo. 

    Por supuesto, en el bus que partió en el 2022, se montan los mejores, pero también los improvisados y los piratas, dañando la experiencia y pescando en río revuelto.

    Es como cuando reventó el boom de los “food trucks”, y la irregularidad de la oferta, saturó al mercado y lo extinguió.

    Ahora se debe ser acucioso, preguntar antes, investigar, contrastar información, para no ser víctima de una estafa cultural en un comedero donde te sacan un ojo de la cara, a la hora de venderte una experiencia trucha, clonada de alguna marca extranjera, carente de identidad.

    El inventario de plagios se pierde vista, a lo largo y ancho del territorio vernáculo, del parque de franquicias y diseños que cumplen con un trámite de sustituir importaciones, robando inventos del mainstream global.

    Solo hace falta una chequera elástica sancionada, una cuenta de Instagram, y la instalación de una venta de humo, que tras una fachada de frescura y supuesta inocencia de influencer de Tik Tok, esconde los colmillos de un típico vampiro de la miseria, de un embaucador de chicos y chicas, quienes pagan por la mentira, a precio vil, pues se cansaron de aburrirse a muerte en casa y necesitan refrescar contenido, así sea con experiencias basura.

    Cuidado porque de inundar el mercado con puro vicio y vacuidad subestandar, acabarán por matar al verdadero sentimiento.

    Estimo que las fuerzas de la demanda y la oferta, lograrán decantar y separar el grano de la paja.

    Noto que algo se mueve en positivo, dentro de los límites que caben.

    Si me preguntan, es buen momento para retornar a Venezuela y echar un vistazo.

    Se sorprenderán de la vitalidad de las generaciones de relevo, y de la diversidad que va tomando la escena criolla.

    Cuestión de seguirla comentando y criticando, para que no se endoñe y acartone, no se confíe demasiado, y no crea que es la última Pepsi del desierto.

    Quedan muchas cosas por ajustar y refinar.

    Y claro, extrañamos insurgencia cultural. Menos acomodo, réplica y demagogia.

    Ojalá estemos, después de la pandemia, en un instante que permita el desarrollo de una disidencia, al menos de un punto de inflexión ante la monotonía cultural y política que impone el poder hegemónico.

    Percibo una resistencia, un ánimo de libertad y emancipación. 

    Cegarse y no reconocerlo, es hacerle el trabajo a los que desean condenarnos a un destino de nada, de zombificación.

    Tenemos derecho a vivir y salir, sin que nos juzguen y condenen.  

    La gente se hartó de esperar por las promesas de los candidatos.

    Un país que prefiere oxigenarse culturalmente, antes que ahogarse en la nada política 4
    Sergio Monsalve
    Director Editorial Observador Latino. Comunicador social. Presidente del Círculo de Críticos de CCS. Columnista en El Nacional y Perro Blanco. Documentalista, docente, productor y guionista.

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