Rafael Nadal y Daniil Medvedev. Ya saben lo que es enfrentarse en una final de Grand Slam, lo hicieron en el US Open 2019, pero en esta ocasión todo es diferente.
Todo es diferente porque lo que hay en juego el domingo va más allá de un título: podría suponer un vuelco histórico en la carrera por ser el mejor de todos los tiempos. También podría suponer uncambio de paradigma en el circuito, la usurpación de la cima por alguien que no forma parte del Big-4 en prácticamente veinte años.
La vieja guardia y su búsqueda de la eternidad contra la punta de lanza de la cruzada reivindicativa de la Next Gen, reseña Punto de Break. Y todo, absolutamente todo, en un Open de Australia 2022 que comenzó mucho antes de que la primera bola se pusiera en juego.
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Si en el análisis de la final femenina dejábamos muy claro que los caminos de Ashleigh Barty y Danielle Collins no podrían ser más diferentes, en esta ocasión Nadal y Medvedev trazan parábolas similares en su búsqueda del primer Grand Slam del año. Ambos han sabido sufrir y bailar al filo del abismo, haciéndose expertos en elevar sus prestaciones cuando más se acercan al precipicio.
Es esa entereza a nivel mental que define a los grandes campeones de este deporte la que les ha permitido estar aquí: esa autoconfianza en ti mismo que te permite servir un saque directo cuando puedes empezar un quinto set abajo (primera bola de break para Shapovalov en el quinto set, partido de cuartos) o, incluso, cuando estás a solamente segundos de marcharte a casa (bola de partido para Auger-Aliassime en el cuarto set, partido de cuartos).
Nadal y Medvedev aprovecharon las oportunidades
Gestores de momentos y cazadores de oportunidades en Australia. Tanto Rafa como Daniil aguantaron el empuje de los canadienses y desnivelaron a su favor un partido de cuartos de final que, más adelante, les llenaría de confianza para las semifinales.
Allí partían como favoritos, pero tocaba confirmar ese estatus. Rafa lo hizo firmando sus dos mejores sets del torneo ante Berrettini, manteniendo sus brillantes porcentajes al servicio (su gran valor en este torneo) y volando con la derecha, encontrando su termómetro particular, el paralelo, con bastante asiduidad.
Por su parte, Medvedev respondió al cuerpo a cuerpo que le planteó Tsitsipas, dejando su mejor actuación al servicio del campeonato y encontrando ese ritmo de “control de crucero” en el que tan cómodo se encuentra.
Por si fuera poco, en estos dos partidos ambos supieron resetear a nivel mental tras pasar momentos de debilidad: para Rafa, el pequeño bajón físico y de actividad en el tercer set (cuidado con este asunto en la final, porque gestionarlo con 1-1 en el marcador, por ejemplo, no es lo mismo que hacerlo 2-0 arriba) y para Medvedev la desconexión mental provocada por el coaching de Apostolos hacia su hijo.
Serán momentos olvidados en el cómputo general, puesto que ambos supieron cómo dejarlo atrás para acabar siendo resolutivos. Por si fuera poco, el tiempo en pista entre ambos es similar: el manacorí ha pasado menos horas sobre la cancha (1 hora y 35 minutos menos, concretamente), pero ha dejado más muestras de debilidad física en determinados momentos que el moscovita. Si miramos la forma y la trayectoria de ambos, pues, el panorama se antoja increíblemente igualado.