viernes, marzo 24, 2023
More
    InicioNoticiasInternacionalLa Caída de Ucrania, el agresivo expansionismo de Putin, la impotencia de...

    La Caída de Ucrania, el agresivo expansionismo de Putin, la impotencia de Biden y el futuro de Venezuela  

    -

    Putin ha dado un golpe seco en Europa del Este, contra las proyecciones de la OTAN, al reconocer a la región de Donbass en Ucrania, ampliando su amenaza sobre Kiev y el mundo occidental, tras anexionarse Crimea, como recompensa y resarcimiento ante el fracaso de Rusia en la resolución del conflicto de la Plaza de Maidan, cuyos trágicos sucesos en el 2014 inspiraron al documental “Winter on Fire”, nominado al Oscar e instrumentado por la oposición venezolana como manual de sedición en las protestas del año 2017.

    El oso melancólico de Putin afila y enseña sus garras a Estados Unidos, aprovechando la fragilidad económica y política, en el plano exterior, del mandato de Joe Biden, quien lleva al país por una escalada inflacionaria y un desangre financiero, al punto de una preocupante tendencia negativa en los mercados de valores, entre finales de 2021 y principios de 2022, donde todavía Down Jones y Wall Street siguen sin mostrar señas de estabilidad y confianza.

    Volviendo al terreno de la historia, Rusia y USA se embarcan en una nueva guerra fría, que pronto ha derivado en caliente, por la inminente reconquista de Putin, de la ex Unión Soviética, de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk, siendo inevitables estados “independientes” bajo control de la Duma y del Kremlin.

    En efecto, según ABC: El acuerdo entre Rusia y las repúblicas autoproclamadas de Donbass contempla el despliegue de bases militares en sus territorios y el envío de efectivos y armas, explicó el martes el viceministro de Exteriores ruso, Andréi Rudenko.

    El origen del conflicto ucraniano, como se lo conoce, procede de siglos atrás, por las influencias rusas en el territorio de Kiev, uno de los más importantes de la antigua Unión Soviética, junto con Moscú.

    Después de la disolución de la URRS, Ucrania descubre una cierta independencia tutelada y admitida por el Kremlin, ante el desmembramiento del cinturón comunista, alrededor de la región, dando como resultado la reconfiguración del mapa de Eurasia, con ex países socialistas y leninistas, dispuestos a correr en brazos de la OTAN y de la Europa liderada por Alemania y Francia, para sobrevivir al descalabro de sus sistemas.

    Con el paso del tiempo, la población moderna de las ciudades centrales de Ucrania, sueña con ser miembro legítimo del mercado común del viejo continente, dejando atrás los traumas del colectivismo y la gestión estatal, supervisada por las mafias de los oligarcas rusos. Una banda que, de inmediato, cifrará su existencia y eternidad en la consolidación de un régimen autoritario, de corte populista y nacionalista, que encarnará el Stalin posmoderno de Putin, un hombre gris, un ex funcionario de la KGB, sin aparente rumbo y destino, en sus primeros años como “presidente”.  

    Putin se inaugura con el fiasco del submarino Kursk, que ha inspirado montones de documentales y una película decente, acerca del torpe manejo de aquella crisis, por parte del inexpresivo, improvisado y carente de empatía inquilino del Kremlin, desbordado por las cámaras y su propia demagogia que desnudó la televisión, con las familias de las víctimas, reclamando y cayendo desmayadas en vivo y directo.

    Un asunto que analiza y estudia con profundidad, el documental de la BBC de Adam Curtis: “Can’t Get You Out of My Head”, una radiografía demoledora de los tiempos oscuros del declive democrático y el ascenso de los últimos populismos nacionalistas, por el estilo de las distopías de China y Rusia, no por casualidad aliados a los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, extendiendo sus tentáculos hasta las mismas fronteras con Texas.  

    Si el discutido Trump logró mantener a Rusia a raya, fortaleciendo la zona americana de influencia, con grupos como el de Lima, al tiempo que hizo retroceder al Foro de Sao Paolo en el continente, el fracaso geopolítico de Biden debe medirse en el actual proceso de teñido de rojo de su patio trasero, desde el México de los carteles, hasta la Argentina dominada por los hijos del peronismo.

    Mientras tanto, Putin avanza en su pretensión de colonizar Ucrania, con el fin de detener el influjo de la OTAN, para explotar los minerales de la región de Donbass, desarticular la industria gasífera que alimenta a la oposición en Kiev, y poder activar su gasoducto con Alemania, el llamado  Nord Stream 2, cuya certificación ha sido paralizada y detenida en su aprobación, debido a la escalada del conflicto entre Rusia, Estados Unidos y las provincias de Donetsk y Lugansk.

    Es de temer que el fortalecimiento de Putin, y su peligrosa expansión al modo de Hitler en la segunda guerra mundial, provoque un escenario irreversible y apocalíptico, según el cual Ucrania vuelve a a hincarse de rodillas ante el Kremlin. Esto ya de por sí, y solo de predecirlo, es un fracaso para Biden.

    Por ende, también supone un retroceso de la causa política por la liberación de Venezuela, que tal parece marchaba mejor con Trump, a pesar de las discusiones y de las sensaciones por ver un simulacro de “guerra retórica” o sencillamente de micrófono.

    Sin embargo, los hechos son claros y preocupantes. Putin ha consumado su plan de vengarse de Ucrania, por el bochorno que representó la Euromaidan para Moscú.

    De inmediato, la respuesta del Kremlin fue desproporcionada, al robarse Crimea e invadir silenciosamente la región de Donbass, financiando operaciones militares y psicológicas que conducirán al ensanchamiento del territorio de Rusia, en perjuicio de Kiev.

    De los reveses sufridos en Kursk y la Plaza Maidan, Putin aprendió una dura lección, que ahora revierte con un inclemente y frío puño de hierro, que cancela cualquier posibilidad de alternabilidad a su mandato eterno en el Kremlin.

    Hoy la democracia está muerta como concepto en Eurasia y sus satélites, definiendo un retorno digital y cínico a los fascismos del siglo XX, pero con el look y las posverdades fake de la propaganda negra que ventila Telesur y Rusia Today, 24 por 7, para desmoralizar a la disidencia y a la contracultura del planeta.

    Casualmente, vengo del frío de Moscú, a donde fui a parar en invierno de 2013, meses antes de la crisis de Kiev y Euromaidan.

    Pude palpar de cerca el aliento de orgullo etnocéntrico que despertaba Putin, entre las clases medias y las mayorías silenciosas de viudas de Stalin, que lo reclamaban como un “hombre fuerte necesario”, con el propósito de recuperar el vigor perdido de la antigua Rusia zarista.

    Vi una Moscú complemente reprimida y atemorizada, aparentemente arreglada en lo económico, que se prestaba a castigar y condenar cualquier atisbo de ruptura generacional, que en aquel entonces personificaban bandas antiPutin como “Pussy Riots”.

    La personalidad de la nueva Rusia intimidante e intolerante a las divergencias, se consolidará con los episodios nacionalistas del Mundial, y con las cacerías de brujas que instalan en territorios como Chechenia, donde su homofóbico dirigente Ramzán Ajmátovich Kadýrov alienta la limpieza étnica y la discriminación de gays, como en la Cuba de los marielitos.

    Interesados, revisen el documental “Welcome To Chechenia” y el recientemente nominado al Oscar, “Flee”.   

    De regreso a Caracas, veré como el libreto de Rusia contra Ucrania, se repite como tragedia en Caracas, tras los eventos de la salida.

    Con armamento ruso, la oposición venezolana será masacrada en las calles, entre 2014 y 2017, generando el expendiente de violación de derechos humanos que termina abriendo una investigación en la ONU y la Haya, que apenas comienza.  

    El año pasado viajé a Margarita, para confirmar que pronto será un territorio exclusivo para turistas de Moscú, que se prestan a reservarse playas y locales, donde los venezolanos no entramos, como en Cuba con los turistas de Varadero.

    Ya Venezuela es una ficha anexionada por Putin en la región, de cara a Estados Unidos.

    Dejo por aquí los paralelismos, y cumplo con advertir que de no encontrar una oposición digna, los planes de Putin se expandirán con la complicidad de Maduro y de las burocracias inútiles del globo.

    Al menos Alemania resiste, así como la Otan y algunas maniobras de bloqueo o de rutina del departamento de estado.

    Pero la verdad, sin una auténtica estrategia bélica, Putin no acusará reviso del mensaje, huyendo hacia delante.

    ¿Quién le pone freno al dominio territorial del Oso ruso?  

    Biden juega por inercia al retorno republicano en la Casa Blanca.

    Trump se frota las manos y aguarda su momento.

    Pero en el medio, Venezuela sufre las consecuencias del abandono.

    El tiempo dirá si las pretensiones del Hitler Putin, prosperan o se convierten en su Waterloo, en su hundimiento.

    Un escenario también visible a la distancia.

    La Caída de Ucrania, el agresivo expansionismo de Putin, la impotencia de Biden y el futuro de Venezuela   4
    Sergio Monsalve
    Director Editorial Observador Latino. Comunicador social. Presidente del Círculo de Críticos de CCS. Columnista en El Nacional y Perro Blanco. Documentalista, docente, productor y guionista.

    1 COMENTARIO

    Deja un comentario

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

    spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

    ÚLTIMAS ENTRADAS