Petro ganó en Colombia por una mínima diferencia, contando con el respaldo de la periferia. En el centro del país, la zona más urbanizada, el candidato izquierdista fue derrotado por Rodolfo Hernández, pero no alcanzó para darle el triunfo al ex Alcalde de Bucaramanga.
El nuevo Presidente de Colombia llega al poder en medio de un país fuertemente polarizado y dividido, bajo el respaldo de la población más pobre y segregada de la república cafetera, lo cual le envía un mensaje al resto del continente.
Al petrismo no le gusta que le digan “ex guerrillero” a su Presidente. Pero es la verdad. Y más hoy que gobernará un país enlazado al narco y el Foro de Sao Paolo. ¿Para dónde va Colombia liderada por uno que manejarán a su antojo, los comandantes de FARC y los hombres más buscados del planeta?
La victoria de Petro es una mala noticia para Colombia y Venezuela. Una intelectualidad progre y binaria vino abonando el terreno para su triunfo, desde una típica visión ingenua y condescendiente. Después vendrán los arrepentimientos y los lamentos. Futuro preocupante e incierto, cuando menos.
Al respecto, los políticos de oposición tendrán que reorganizarse y sacar las conclusiones respectivas.



Una de ellas es que no se puede permitir que se siga expandiendo el discurso del mesianismo y el populismo, como una esperanza continetal, cuando la miseria de América Latina y la alternativa comunista no han sido una auténtica solución para nuestros problemas.
Hay que comunicarlo bien y con las armas de sugestión, de la propaganda adversa.
El otro asunto imperioso radica en descubrir y conseguir mejores candidatos que el precario Rodolfo Hernández, quien nunca logró ganarse el afecto de muchos colombianos indecisos, en una elección donde la abstención y la falta de opciones para el centro democrático, fue un factor.
Por último, el progresismo ha ido escalando su estrategia de arropar a Latam, debido a los errores que ha sabido explotar de las gestiones liberales en el continente, con tramas fallidas de corrupción, ausencia de gestión pública y hasta abuso de poder.
Definitivamente, es un viento que marca una tendencia negativa para el destino de América Latina en los próximos años, recordando la primera vez en el milenio, cuando el continente se cubrió de rojo, después de los fiascos liberales de los noventa.
Así que estamos en plena oscilación, en una preocupante regresión que no garantiza paz y prosperidad para todos, habida cuenta de los resultados socialistas en el pasado inmediato de Venezuela, Nicaragua y Cuba, campeones en violación de derechos humanos.
Toca hacer el mea culpa, desde el costado de la democracia y el pensamiento crítico disidente. Incluso, reflexionar sobre las políticas internacionales que tampoco han funcionado, desde el departamento de estado.
Estados Unidos debe acusar recibo y tomar algunas cartas en el asunto, producto de su abandono y cierre de fronteras, permitiendo que China, Irán y Rusia se infiltren en nuestras capitales de habla hispana, a través de operaciones psicológicas y militares en red.
Por algo, continúa el fiasco del avión iraní con venezolanos, terroristas y afines, varados en Argentina.
Obvio que el progresismo trabaja en conjunto, ante la fragmentación de las alternativas de la resistencia, que se atomizan por rivalidades incoadas.
Tenemos que empezar de nuevo, no bajar la cabeza, y ver la crisis como una oportunidad de regresar con ideas frescas que entusiasmen a la gente, más allá del pánico y la fobia que desembocaron en el retorno de lo reprimido que ahora vemos en Colombia.
Allá es un tema de karma, de una especie de revancha, a consecuencia de la guerra civil.
Colombia no ha querido escarmentar en el cuerpo ajeno de Venezuela, al padecer sus ríos de exiliados que salen por la frontera, precisamente porque el comunismo no les lleva el pan a la mesa.
Ojalá Colombia no sufra el mismo destino de mi país.
Cuestión también de activar y proponer soluciones, de no conformarse con las clásicas justificaciones victimistas y de complot.
Algo se hizo mal para llegar hasta aquí, algo se tiene que hacer para que Colombia conserve su independencia, autonomía y libertad.
Sergio Monsalve es Director Editorial de Observador Latino.
Al petrismo sí le gusta llamar exguerrillero a Petro. Lo que no le gustaría es que lo llamaran narcoguerrillero, pues nunca lo ha sido. El terrorismo de narcoguerrillas (comunistas o paramilitares) es muy posterior al M-19.