La realización de un torneo como la Serie del Caribe 2023 en Venezuela, disputándose en dos sedes como el estadio Monumental Simón Bolívar, de la capital, y el Fórum La Guaira de Macuto, debería ser motivo de fiesta nacional, en un país con una realidad normal.
Pero Venezuela no tiene una realidad normal. Con un salario mínimo que apenas pasa los cinco dólares, la tasa de inflación en diciembre de 2022 alcanzó 37,2%, la más alta en los últimos 20 meses, en tanto que la inflación anualizada se cifró en 305,7%, según reporte del Observatorio Venezolano de Finanzas. Al respecto no hay datos oficiales.
El director del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación de Maestros (Cendas-FVM), Óscar Meza, presentó registros inquietantes recientemente, que marcan aumento de la Canasta Alimentaria en 306,1% y la Básica 250,4% durante 2022 lo que puede preceder una hiperinflación.
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En el marco de ese torneo de beisbol, en Venezuela se estrenó un moderno estadio con una inversión de 70 millones dólares. Escenario que en un principio habían anunciado se llamaría Hugo Chávez, como homenaje del régimen al fallecido político.
Pero su nombre fue reconsiderado, seguramente por el recibimiento poco amable que tendría de la población venezolana. Se le terminó colocando el nombre del Libertador.
Las críticas han llovido. ¿Por qué? Si bien, es cierto, es un evento deportivo, una noble actividad que enaltece, que abre oportunidades a jóvenes de hacer una carrera y atrae a la población en general para divertirse, surge la inquietud sobre si es justo que se haga esa inversión en Venezuela, mientras se paga un sueldo mínimo de cinco dólares, que seguramente cuando usted lea esto ya sea menos dinero.
El periodista venezolano Richard Méndez, quien trabaja en la cadena ESPN, señaló en redes sociales “no tengo problema que Venezuela tenga estadios faraónicos y lujosos con jacuzzi en la tribuna. El problema lo tiene la población que sus maestros ganan 7$ al mes o tener hospitales en condiciones deplorables. Sí, los estadios quedaron bien chévere”.
Y es que los propios voceros del régimen no se atrevieron a aparecer en público ante esas 35 mil personas que asistieron el día inaugural, cosa que hacen si tienen el control de la masa y no era el caso.
De por sí, el líder del régimen, Nicolás Maduro, inauguró el escenario 24 horas antes del evento y solo acompañado de un séquito de guardaespaldas y políticos afines. El propio día del primer juego apareció, pero se instaló en los palcos VIP, sin mayor acceso público.
La pita a Maduro en la Serie del Caribe 2014
Justo en la anterior Serie del Caribe en Venezuela, realizada en 2014 en la isla de Margarita, Maduro se asomó para el primer pitcheo y recibió sonora pita de los aficionados en el estadio Nueva Esparta. No quisieron correr ese riesgo de nuevo.
En todo ese contexto, cómo se explica que un “supuesto bloqueo del imperio” no permite comprar alimentos, insumos médicos y medicinas, pero si inaugurar dos modernos y lujosos estadios de béisbol.
Pero como decía el poeta Juvenal sobre el imperio romano, “pan y espectáculos del circo”, para alienar al pueblo que abandona cualquier postura crítica ante esa “generosidad” de los gobernantes.
“Se puede ver el beisbol y denunciar la tragedia, se puede visibilizar a las víctimas, mientras nuestros deportistas nos reencuentran con el país que soñamos, pero no olvidemos: mayor inflación del mundo, mayor corrupción de América, mayor crisis de migrantes”, dijo el líder opositor Juan Guaidó en Twitter.
“Es de suponer que cualquier visitante desprevenido se asombre viendo aquellas instalaciones modernas, impecables y de seguro exclamara ‘si así están los campos deportivos, cómo estarán las escuelas y los hospitales’. Pues la verdad es que esas edificaciones deportivas son una tapadera de la tétrica situación de la planta física de escuelas, universidades, pedagógicos, hospitales, ambulatorios y carreteras”, reflexionó Mitzy Capriles de Ledezma, política.
Y por supuesto hay a quienes no les gusta que se critique todo esto. Pero tampoco es aceptable el chovinismo, ese patriotismo y nacionalismo extremos que repugnan, queriendo realzar cosas mientras subyace toda una problemática mayor.
Sí, el beisbol nos gusta y ojalá gane Venezuela, pero no tapemos el sol con un dedo, cuando el cielo se cae a pedazos.