Tengo recuerdos muy negativos del 27 de febrero.
Pienso que los intelectuales de la época, fallaron al romantizarla y justificarla, preparando el terreno para lo que vendría, que nos costó la democracia.
Se habló de “confiscación popular” o de “deuda histórica”, en vez de saqueo.
El relato de victimización y justificación de los robos a la propiedad, abonó el terreno para la pérdida de valores y el incremento de la violencia. Se corrompió a la sociedad y al estamento militar, que seguirá reprimiendo a mansalva hasta nuestros días donde gobierna de facto.
Durante el Caracazo, se cometieron grandes errores políticos que condujeron al deslave republicano.
Sobre aquella narrativa se montó el chavismo para destruir la institucionalidad del país.
La fecha admite revisión y un debate nacional que trascienda los sesgos y fanatismos.
Hay que criticarlo y superarlo, porque de su glorificación se ha hecho una franquicia que rentabiliza y explota el régimen.
Una tragedia con impunidad, una herida que todavía no se cierra como corresponde. Dadas las enormes brechas de la nación en la actualidad.
Hoy existen las condiciones para darse un Caracazo. Pero ya tiene lugar de otra forma en el impacto de seis millones que abandonaron el país. O en las protestas que estallan cada tanto con cifras escandalosas de detenciones y caídos. Venezuela está lejos de haberse pacificado y curado.
Pero hay que seguir intentándolo.