Ayer viendo la televisión española pasaron un reportaje sobre la gente de Ucrania y su percepción de la situación política y humana al borde de la guerra desencadenada por adolf putin y su entorno guerrerista.
Las imágenes mostraba gente humilde hacinada en túneles con mucho temor ante el futuro, otros buscando salir de su país ante el riesgo de una invasión y una gran incertidumbre sobre lo que vendrá.
Otros creen que no pasará nada y van por la calle con toda normalidad conversando y comprando en las tiendas. Y todo esto por el afán de poder de un coronel de la KGB, y la policía soviética que está gobernando en el Kremlin.
Pienso en los padres preocupados por el futuro de sus hijos para que no los manden al frente de guerra o que mueran en un bombardeo. Pienso en las muchachas temerosas del avance ruso y que las violen o manden a Siberia como esclavas.
O los jóvenes preocupados por sus novias, o por las mujeres de su familia mientras ellos marchan al frente de batalla y que no desean morir. Uno ve a Kiev con la gente viviendo más o menos bien, pero al borde de la destrucción.
Hablar de rusos es hablar de mucha gente muy disímil entre ellos, desde gente europea educada a la manera occidental y oriunda de San Petesburgo hasta los tártaros de Mongolia con estructura tribal y costumbres nómadas que practican la esclavitud y famosos por su crueldad. Cada vez que leo sobre la guerra me recuerdo de un libro terrible referido a la Segunda Guerra Mundial titulado La Hora 25 de un autor rumano llamado Virgil Ghiorghiu, no recuerdo con exactitud si se escribe así pues lo leí a los quince años.
Es la historia de un personaje llamado Traian Koruga de origen rumano a quien reclutan y va luchando para sobrevivir sin entender porque está metido en ese conflicto. A veces le enganchan un uniforme alemán y a veces debe ser parte de un ejército que lucha contra los nazis en un mundo trastornado que no entiende mientras su esposa que se quedó en su pueblo en Besarabia, una región de Rumania, es capturada por los rusos y es violada repetidamente al punto de quedar embarazada. Luego el personaje se salva por caer en manos de los norteamericanos que lo liberan y se va a su pueblo pero ya el sentido de la vida se le había trastornado además de la presencia en el hogar del hijo de los rusos.
Creo que hicieron una película homónima con esa novela y el personaje de la novela lo interpreto Anthony Quinn. Son historias deprimentes de la gente normal afectada por la ambición de poder de unos pocos locos que involucran a los militares y la guerra en la política. Los venezolanos nos hemos vueltos expertos en este tema de gobiernos militares.
