Volví al Sambil de Chacao por el fin de semana. Me sorprendió gratamente verlo en plena actividad comercial después de la pandemia.
Además luce limpio y remodelado en muchos de sus espacios.
Hay nuevas tiendas y se conserva la librería Tecni Ciencia.
La gente nos atendió con empatía.
El Sambil es un ecosistema privado, donde las personas se refugian en el consumo, pasando horas o el día completo.
Es un plan familiar para una clase media que todavía existe y que quiere entretenerse dignamente.
Considero al Sambil una opción para comprar, caminar y distraerse.
Recuerdo que al principio el Sambil fue resistido por la crítica urbana de Caracas, que lo veía con ojos apocalípticos de analista de la escuela de Frankfurt. Se le condenaba su arquitectura ensimismada y su deliberado diseño laberíntico, que incentiva el consumo.
Típico que después fue objeto de prejuicios y ollas que le inventaron leyendas urbanas y famas por inseguro.
La realidad es que hoy Sambil se conserva como uno de los centros comerciales mejor abastecidos del país con dos Cines, ferias de comida, restaurantes y cientos de tiendas útiles.
J. R. Petare abrió su tienda en alta, representando a un sector que ha logrado ascender a base de puro esfuerzo y trabajo.
Antes que mirarse con condescendencia o desprecio, vale la pena regresar al Sambil para dedicarle una crónica y entender las dinámicas aspiracionales de su audiencia.
