El régimen censura la memoria del 23 de enero, bajo una serie de artilugios y manipulaciones de orden político y mediático.
En vano buscará usted algún rastro de aquella gesta del año 1958, una mínima reflexión o información, dentro del sistema nacional de medios oficiales.
Naturalmente, así como los medios oficiales niegan los hechos de la caída de Marcos Pérez Jiménez, por complicidad militar, también lo hacen en las escuelas del precario sistema educativo público.
Por fortuna, existen páginas alternativas, reporteros y ciudadanos capaces todavía de recordar y compartir relatos de resistencia.
En última instancia, a la dictadura solo le interesa reforzar su cuento chino de la inevitabilidad y la eternidad, pensando en un destino de dominio absoluto de Venezuela.
Pero el mito de la revolución infinita es inviable. Lo mantienen las armas y los cuarteles, los protectorados rusos y cubanos, las represiones y las programaciones de la desesperanza.
Al 23 de enero siempre lo invocaremos como un acto necesario de rebeldía y de insurrección civil organizada ante la traición de la seguridad nacional, los calabozos y las torturas de aquel entonces.
La idea tampoco es inmovilizarse en el estereotipado ejercicio de la rememoración, pues caben innumerables reflexiones al respecto de lo transcurrido después de 1958.
De cualquier modo, proponemos informar y analizar, opinar y cuestionar, antes que rendirnos a la normalización de fingir demencia, de cruzarse de brazos, de permitir el lavado cerebral de los instrumentadores del método Ludovico.