jueves, junio 8, 2023
InicioOpiniónEduardo Casanova | Ambiciosos y fracasados

Eduardo Casanova | Ambiciosos y fracasados

-

La ambición y el fracaso en una misma persona es una combinación letal. Un ambicioso al fracasar se convierte por lo general en resentido. Si es especialmente inteligente puede volverse más bien depresivo, termina pagando su frustración consigo mismo, y si es muy poco inteligente suele pagar su frustración con su familia, con su entorno inmediato. Pero si es más bien mediocre tenderá a cobrarle su frustración a la sociedad, al país, lo que equivale a decir que se convierte en comunista, en fascista, o en chavista.

La literatura está llena de casos y ejemplos de personajes fracasados que terminan haciéndole la vida imposible a quienes tienen cerca, y la historia nos ofrece múltiples casos de ambiciosos fracasados que por resentimiento dañaron a la sociedad. Quizá el más paradigmático de esos personajes fue Adolf Hitler, el austríaco que fracasó rotundamente como pintor y terminó sumiendo al mundo en una guerra espantosa y asesinando vilmente a millones de seres humanos. O del italiano Benito Mussolini, maestro de escuela fracasado que se hizo socialista y terminó inventando el fascismo, que tanto daño le ha hecho a Italia y a la humanidad.

También fue el caso de Lenin y Stalin, los padres de la revolución soviética, que causó hasta más muertes que el nazismo. Entre nosotros los ejemplos más claros son José Tomás Boves y Antonio Leocadio Guzmán. Boves, hijo de una doméstica que se sacrificó para que su hijo tuviera una carrera, fracasó rotundamente como marinero y terminó preso por contrabandista, trató de casarse con una mujer de clase relativamente alta del interior de Venezuela y fue rechazado violentamente por la familia de la candidata.

Fracasado y resentido logró el ansiado éxito como cruel caudillo que sembró el odio entre las masas preteridas de su tiempo, y dañó todo lo que tocó hasta que una lanza anónima lo apartó de la vida en Urica, en el Oriente, con lo que la historia cambió radicalmente. Antonio Leocadio Guzmán fue el hijo ilegítimo de un oficial español y una mujer humilde a quien apodaban La Tiñosa. Desde la cárcel, su padre lo legitimó al casarse con su madre, que murió poco después. El jovencito fue llevado a Puerto Rico y a España, y a su regreso a Venezuela buscó y aduló a Bolívar, a quien le dio la espalda cuando Páez separó a Venezuela de Colombia.

En la Venezuela independiente dio saltos de camaleón y terminó convertido en el jefe del partido liberal, que en su tiempo tenía mucho de resentimiento y revanchismo. Jamás llegó a ser presidente, y debió conformarse con que lo lograra su hijo, Antonio Guzmán Blanco. También es muestra de lo que afirmo Cipriano Castro, que fracasó como seminarista, como empleado de comercio y como político, y por una serie de casualidades llegó al poder e hizo horrores contra la sociedad de su tiempo. Y para hacer el cuento corto, el más claro ejemplo de ambiciosos fracasados y terriblemente resentidos que podemos conocer es el de los chavistas. No creo que sea necesario extendernos en explicaciones.

Con el resultado de su desgobierno es más que suficiente. Venezuela se descuidó y, tal como pasó con Hitler en Alemania, permitió que Chávez llegara al poder y arrastrara consigo a una masa de fracasados, narcotraficantes y abusadores que acabaron con la democracia y con el progreso de un país que prometía mucho pero no cumplió. Ahora es imperativo que sus sucesores sean apartados del camino. En el caso de Hitler fue necesaria una guerra mundial y que las principales potencias de su tiempo intervinieran para aplastarlo.

En el caso del chavismo, ojalá que no sea indispensable tanto esfuerzo, porque de lo contrario, todo un pueblo morirá de hambre y de mengua. Y hay que evitar a toda costa que la historia se repita, que los fracasados y ambiciosos logren su único éxito en el terreno de la política, en el que, por desgracia, no se requieren credenciales ni estudios, sino saber hablar, que suele ser algo innato y, por lo tanto, sin verdadero mérito. Lamentablemente, a la lista de fracasados en nuestro país hay que agregar a casi todos, si no todos, los que en los últimos años han decidido hacerse políticos y tratar de sacar a los chavistas del poder.

A diferencia de sus predecesores, todos han fracasado. No han sido capaces de entender, como lo hicieron Betancourt, Caldera y Villalba, que para recuperar la libertad y el camino correcto es indispensable dejar de lado sus ambiciones personales y unirse, y por esa falta de unidad, ese halar cada quién hacia su lado, el país sigue en manos de los peores. ¿Habrá que esperar que crezcan los hijos de los actuales políticos para que Venezuela vuelva al camino correcto?

Eduardo Casanova
Eduardo Casanova
Eduardo Casanova Sucre Caracas, 1939. Novelista, ensayista, autor teatral. Ex Director del CELARG, ex Presidente de la Fundación CELARG. Ex Director General de Relaciones Culturales del MRE.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

ÚLTIMAS ENTRADAS

spot_imgspot_imgspot_imgspot_img