sábado, junio 10, 2023
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Eduardo Casanova | “Record” inútil y dañino

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Nada hay más inútil de que un “Record” Guiness. Apenas sirve para hacerle propaganda a una cerveza que, en el caso de Venezuela, ni siquiera se consigue. Aunque hoy en día ha servido también para hacerle propaganda positiva a uno de los regímenes peores y más criminales que tiene la humanidad: el de Nicolás Maduro

En efecto, alguna mente perversa del chavismo resolvió “romper” un record Guiness, el de la mayor orquesta del mundo, y decidió reunir 12.000 muchachos del llamado “Sistema” de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela y ponerlos a tocar en una instalación militar con un solo director, como si eso fuera una gran proeza. Desde luego, la ejecución fue pésima. No podía de otra manera, si por separado siempre han desafinado, en conjunto tenían que desafinar. Más de una vez he contado la historia del llamado “Sistema”, iniciativa de uno de los personajes más amorales o inmorales que he conocido en mi vida: José Antonio Abreu Anselmi.

Lo conocí en el año lectivo 1958-1959, cuando él estudiaba economía y yo primer año de Administración Comercial y Contaduría en la Universidad Católica Andrés Bello, en su sede inicial de la esquina de Jesuitas, en el edificio que había sido del Colegio San Ignacio antes de mudarse a Villa Loyola, en Chacao. Mi afición por la música académica y su condición de estudiante de música académica nos acercó, y en una memorable sesión en la capilla, en donde José Antonio tocó el órgano y tres estudiantes servimos de auditorio, pasó algo divertido: uno de los estudiantes, militante del Partido Comunista, le pidió que tocara algunos himnos o marchas políticos y José Antonio tocó “Giovinezza”, el himno de los fascistas, “Die Fanhe Hoch” y “Heil Hitler Dir”, de los nazis, y “Cara al Sol”, de la Falange española, sin ningún inconveniente, pero cuando tocó “La Internacional”, el himno de los comunistas, de tres costados aparecieron apurados y molestos tres curas jesuitas exigiendo que terminara la interpretación porque eso no se podía tocar en ese lugar.

La sesión terminó abruptamente en medio de las risas de los tres estudiantes que habíamos hecho de auditorio. Terminado el año lectivo yo dejé los estudios de Administración Comercial y Contaduría por recomendación del padre Manuel Pernaut, Director de la Escuela de Administración Comercial y Contaduría, que opinaba que yo debía estudiar derecho o economía, para lo cual tendría que completar los estudios de bachillerato. De modo que no volví a ver a Abreu sino hasta 1974, cuando Diego Arria, convertido en Gobernador del Distrito Federal, me designó Director Civil y Político, que en realidad era director de cultura, y alenté un vasto programa de actividades culturales con el apoyo de Luis Morales Bance y otros. Y un día se presentó en mi oficina Luis con otros músicos como Domingo García, Alberto Calzavara, Franck Di Polo y José Antonio Abreu, que en cierta forma lideraba el proyecto de formar una Orquesta de Cámara financiada por la Gobernación.

En 1957 o 1958, el sacerdote chileno José María Vélaz, impulsor de Fe y Alegría, hablaba de José Antonio Abreu como el elegido para suceder a Rafael Caldera, pero varios incidentes se atravesaron en su carrera, entre ellos el de una gran estafa, organizada por Abreu, llamada “Pirámide”, que afectó a mucha gente y tuvo consecuencias importantes en la Caracas de aquel tiempo. Abreu, cuando la candidatura presidencial de Arturo Uslar Pietri, cayó como un paracaidista y sacó buenas ventajas de ello, y ahora se presentaba también en mi entorno. Diego Arria, por lo de la “Pirámide”, en la que resultaron robados varios personajes importantes como Miguel Ángel Burelli Rivas, se opuso con toda su fuerza a la idea de la Orquesta de Cámara, que así quedó frustrada.

Y para que no todo se perdiera, sugerí entonces la idea de una Orquesta Juvenil, debido a que en Dinamarca, Brigitte, una de mis secretarias era violinista de la Orquesta Juvenil de Copenhague y yo había asistido a más de un concierto. Abreu se apropió con mucha fuerza y éxito del proyecto, y yo dispuse de cerca del equivalente a varios miles de dólares de la época, aportados por el Centro Simón Bolívar, para los gastos iniciales y le conseguí con la Dirección de Transporte Municipal dos autobuses para que se trasladaran niños de Barquisimeto y Maracay a Caracas, y así nació en megaproyecto del hoy llamado Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, del que Carlos Andrés Pérez, el Presidente de turno, no sé si se enteró, pero ha tenido un éxito entonces inimaginable, y sobre el cual tengo serias dudas, no solamente acerca de sus beneficios en el campo de la música y de la enseñanza musical, sino, sobre todo, porque no ha sido manejado con la probidad que merecía, además de que ha sido pasto de graves incidentes de pederastia y cosas por el estilo, lo que me recuerda una de las frases más acertadas de Simón Bolívar: “El talento sin probidad es un azote”.

Abreu murió hace algún tiempo, pero sus herederos no han sido mucho mejores que él en el terreno de lo moral, y por eso es de las pocas instituciones culturales que han logrado sobrevivir en tiempos del chavismo, y ahora se ha prestado a lavarle la cara a Maduro y a su régimen criminal por medio de una iniciativa que se encuadra, en teoría, dentro de los inobjetable, lo cultural, la formación de una orquesta de música académica de 12.000 ejecutantes, una orquesta como nunca se había formado en la historia de la humanidad. Pero, como es inevitable, el “récord” no toma en cuenta la baja calidad de la música que produjo esa efímera orquesta, ni los sufrimientos que ha supuesto el Sistema para muchos de sus integrantes que han padecido en carne propia los abusos de algunos de sus “docentes”, fieles seguidores del capo máximo y sus vicios personales. Y lo más triste es que hay muchísimas personas de buena fe que creen a pie juntillas que el Sistema es beneficioso para sus integrantes, que sirve para que muchos jóvenes puedan apartarse de una vida de delitos para dedicarse a la música académica, a la buena música, y que no se dieron cuenta de que el al “record” Guiness sirve para que el mundo de se olvida de la corrupción y la maldad de los chavistas, en momentos en los que la Corte Penal Internacional investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos por los mismos que han impulsado la iniciativa del “record” Guiness.

No se trata de personas malvadas ni mal intencionadas, sino de gente decente, pero, por decir lo menor, tonta. Llevo ya muchos años enfrentando esa realidad: la canalla escogió un campo en donde es muy difícil demostrar que son lo que son, porque aparentar hacer el bien. Y combatirlos es arriesgarse a que digan que los malos son los que los combaten. Por otra parte, Abreu sabía muy bien, como lo sabe muy bien todo el que tenga relación con el mundo de la música, que una orquesta infantil o juvenil tiene el éxito asegurado, entre otras cosas porque cada músico lleva a los conciertos no menos de cinco personas entre padres, hermanos, parientes y amigos, de modo que una orquesta de 80 músicos tiene un público asegurado de cuatrocientas personas, y son cuatrocientas personas que no saben de afinación ni de otros detalles musicales y aplauden a rabiar al final de cada obra (y en las interrupciones en donde no se debe aplaudir), independientemente de la calidad de la orquesta. De modo que siempre se tendrá la impresión de que la orquesta tiene el apoyo entusiasta de la comunidad. Definitivamente, el talento sin probidad es un azote.

Eduardo Casanova
Eduardo Casanova
Eduardo Casanova Sucre Caracas, 1939. Novelista, ensayista, autor teatral. Ex Director del CELARG, ex Presidente de la Fundación CELARG. Ex Director General de Relaciones Culturales del MRE.

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