Editorial.
Cumplimos con notificar el fallecimiento de la campaña de propaganda, impulsada por el régimen, para imponer el mito de una Venezuela que se arregló.
Tuvo un vida corta y polémica en redes sociales, logrando apuntalarse en las mentes de las personas más inocentes y desinformadas, amén de un coro de publicistas nada gratuitos y arbitrarios, quienes la machacaron intensa y sostenidamente desde su dudosa moralidad de “estás con nosotros o en contra de nosotros”.
Así nos quisieron imponer un falso dilema, una fake news, cuyas buenas nuevas todavía nos decretan por todos los medios a su alcance, para disimular la realidad del país, con los fines de “levantar las sanciones”.
A tal efecto, “Venezuela se arregló” ha pasado por varias fases: una primera de paz bodegónica que estalló, una segunda de inversión opaca en cientos de restaurantes y una tercera que continúa bajo la promesa de convertirnos en potencia por contar con un cartel semanal de conciertos, que solo puede pagar una minoría.
De pronto la leyenda cruzó fronteras, provocando la vuelta de algunos incautos que en Caracas despertaron del hechizo, como una Cenicienta embarcada en una cola de gasolina, a medianoche, a merced del hampa y la industria del secuestro, que antes que muerta como se piensa, sigue realmente activa como un sector de la economía clandestina que mueve al país.
No te confíes, porque pagaste 200 dólares para ver a Olga Tañón en el Poliedro.
El hampa continúa al acecho y no discrimina entre zona general, VIP y Platinum.
Incluso, se sabe que hay negocios sucios detrás de muchos toques a cielo abierto, lo cual sostiene la teoría de un grupo mafioso que lava su plata con construcciones de elefantes blancos en Las Mercedes y circos musicales a precio de Principado de Mónaco.
Mientras tanto, las desigualdades son obvias y las tensiones abren grietas enormes que no han calmado la ansiedad social de los ciudadanos.
Por ello, la primera estocada que recibió la campaña, de Venezuela se arregló, fue gracias precisamente a un sector alternativo de la prensa, la intelectualidad y los nuevos influencers de Tik Tok, que empezaron a denunciar que la cosa estaba oliendo feo por los predios del exitismo veneco.
Tal como afirma Sonia Chocrón, no faltaron reporteros dóciles e instrumentables que se prestaron para maquillar la situación, usando sus argumentos de autoridad, su presencia, su imagen, para forzarnos a sentir un curioso orgullo nacionalista, que tiene pinta de la clase media en positivo que diseñó el chavismo, intentando ganar elecciones en feudos de sifrizuela como Baruta y el Hatillo.
Por décadas, el socialismo del siglo XXI tuvo un dolor de cabeza perenne en las ciudades y específicamente en Caracas, generalmente adversa al dictador.
La tiranía hizo su hacienda en la Venezuela rural que dista de arreglarse, que no es instagrameable, que abandonaron todos, pero que el comunismo entiende que explotando su miseria y resentimiento, pues le alcanza para perpetuarse en una república dividida y populista.
El experimento de conquistar el este falló con los candidatos del PSUV. Por eso, se ha creado el monstruo de mil cabezas, el caballo de Troya de Fuerza Vecinal, partido que se viste de Voluntad de Popular y Primero Justicia, para ganar elecciones en Chacao y Baruta, siendo condescendiente con el estado paria.
Fuerza Vecinal es un híbrido entre el look de Gustavo Duque y la mano de hierro de Jorge Rodríguez, garantizando un absoluto control policial en zonas que antes protestaban a cada rato, deteniendo al centro del país en los alrededores de la Carlota.
Desde la llegada de Fuerza Vecinal al Poder, más nunca Chacao cerró vías y protagonizó protestas incómodas para Miraflores.
Una victoria para el clan Foscupa, como la sentadera eterna que negocia un futuro de estancamiento. Una derrota para Caracas.
Por tanto, Chacao devino una extensión del Municipio Libertador, en cuanto resulta inseguro protestar.
Los hechos hablan y demuestran que hacer un homenaje a un caído, como Neomar Lander, puede acarrear ahora peligro de desaparición, detención y encarcelamiento en el SEBIN, usando la ley antiodio como pretexto.
En tal sentido, la tradición venezolana del grafiti de protesta, que es tan vieja como la democracia, ha sido también herida de muerte.
Si antes metieron presos a jóvenes por rayar paredes contra Pérez Jiménez, hoy corres riesgo de acabar en una celda si haces una pintada con un lema libertario.
La izquierda que llegó al poder haciendo operaciones de guerrilla, con grafittis y demás, es la misma que hoy los penaliza y condena, desde una posición conservadora y fascista, que gustará al protectorado ruso y cubano que maneja la inteligencia del país. De la Venezuela que los ilusos pensaban que se arregló, pero que los acontecimientos afirman que ha conocido una sepultura inquietante.
Paz a sus restos.
De sus escombros esperamos que sí resucite una Venezuela digna.