Hay todo un escándalo o una polémica, de las que se inventan los algoritmos y los bots de la campaña sucia del Oscar, para enlodar la nominación de Andrea Riseborough por su más que notable papel en “To Leslie”, un filme indie que apenas recaudó 27 mil dólares en su estreno, pero que logró conseguir una postulación para su protagonista, en una de las hazañas y gestas de la predecible temporada de premios del 2023. Un batacazo, una de las sorpresas en la selección de los académicos.
Anoche vi la película, quedé hipnotizado con el performance de ella, y no puedo más que apoyar la decisión de sus colegas de brindarle respaldo en las votaciones, para obtener la nominación en la categoría femenina.
Es una cinta dramática de una mujer alcohólica que gana la lotería, y pierde todo su dinero en parrandas y juergas, abandonando a su único hijo.
Se trata de un largometraje redentor, que se inserta en el género de vidas consumidas por la adicción, que tanto rédito ha dado en la historia del cine, desde “Días sin huella”, pasando por “Tallo de Hierro” hasta la reciente “First Reformed”, del kamikaze Paul Schrader.
Un cine de posibilidades de escape y almas en pena, que nos expone los estragos que causa la dependencia a la bebida en seres frágiles y solitarios.
Recordemos que Nicolás Cage gana el premio de la academia por interpretar a un personaje así, al borde de la línea, en la estupenda “Living Las Vegas”, acerca de un borracho decidido a suicidarse, a punta de botella.
O que el antecedente de la prohibición, definió los códigos de censura de Hollywood, inspirando clásicos pos-modernos de la talla de “Los Intocables”.
Por eso, entre los clichés de la meca, figura el del hombre y la mujer que piden un trago más en la barra, intentando ahogar las penas y eludir una terrible depresión.
“To Leslie” se agita y se mezcla en dicho cóctel de medianoche, saliendo bien librada como un shot que activa tu cabeza y bombea tu corazón, amén de un trabajo impresionante de actuación, a cargo de la Riseborough, una que es talismán, una que es musa de algunas de las obras de culto de la generación del milenio: “Mandy”, la serie “Zero Zero Zero”, “Possesor” y “La Muerte de Stalin”.
Con 41 años y de origen británico, Andrea Riseborough nos deleita con una gama de registros complejos, de puro método, que van de la tragedia a la comedia negra, del histrionismo a la contención intelectual, de la monstruosidad desfigurada a la belleza de una mujer adulta del Star System.
Por eso, ella cautivó al jurado y a sus amigos, que la impulsaron como influencers en las redes sociales, hackeando un sistema que recibe semejantes golpes con molestia y reactividad.
No lo digo yo.
Vemos que se han conjurado los medios y los estudios grandes, a través de sus tentáculos, para condenar su candidatura, por cuestiones que cultiva y explota la industria, a una escala superior.
Ocurre que Andrea Riseborough y su equipo de promoción, rehuyen y escapan de los parámetros clásicos de publicidad y mercadeo, siendo un blanco fácil para las críticas de los haters, que impulsan su descalificación, por supuestamente hacer “lobby”.
Cabilderos
Me causa gracia.
Los cabilderos de la corrección política exigen más representatividad, en una categoría femenina, forzando la comparación con Viola Davis, a quien dicen que excluyen por su raza.
Ok.
¿Sabrán los denunciantes y acusadores que Viola suma cuatro nominaciones al Oscar y que lo ganó por “Fences”?
¿O que Davis suma 6 premios SAG, erigiéndose en una de las mujeres más dominantes en el galardón de los sindicatos?
El hecho de su ausencia no significa discriminación alguna, sino sencillamente que hay otras actrices en el radar que merecen atención.
Los hípsters descubren que el “lobby” existe, endilgándolo a una producción pequeña, “To Leslie”, pero nada dicen de la desproporción en los presupuestos de mercadeo que hay, entre un tanque de Netflix, entre “Top Gun Maverick” y “To Leslie”, por no mencionar la inversión de “Avatar”.
Así que la vulnerable y menuda Andrea Riseborough es víctima de una batalla desigual, lo que genera backlash y puede lograr que la estatuilla recaiga en ella, porque también gustan las narrativas de los pequeños que vencen a los colosos.
Ella no parte de favorita en una categoría que dominan Michelle Yeoh y Cate Blanchet, ambas increíbles.
Pero el caso de “To Leslie” le ha puesto sal y picante a una temporada insípida y previsible.
De modo que la nominación para mejor actriz, pinta para ser una de las más atractivas de la ceremonia.
Antes era cosa de dos, ahora hay que considerar el ascenso de Andrea Riseborough, como la competidora que tumba quinielas.
“To Leslie” me encantó, por lo demás, debido a que reescribe la narrativa de “Nomadland”, con un aire tejano de “Crazy Heart”, suponiendo un aporte a las historias que protagonizan mujeres en el siglo XXI.
Relatos que sintomáticamente nos hablan de las secuelas económicas del desplome de los últimos años, en una clase media que tocó el cielo del consumo, pero que terminó en bancarrota y en la indigencia callejera.
Ante ello, Andrea Riseborough nos propone una reconciliación humana y familiar, una oportunidad de salir del túnel en el sueño del emprendimiento, en un cuento típico de la veta dickensiana del realismo americano, siguiendo la estela de “Florida Project”, aunque con mayor optimismo.
Si les interesa una película sobre la regeneración y el recuperarse así mismo, tras una caída, les recomiendo “To Leslie”, un filme de superación que Andrea Riseborough nos produce, sin pecar de falsa traficante de la esperanza.
Solo priva la intención de invitarnos a romper con una mala racha, reinventándonos y diversificándonos con empatía.
Cine de planes y proyectos que están ahí, como una película que sirve y funciona para subir nuestra autoestima.
El cine es terapia y nos puede inspirar alternativas felices.