Entramos al fondo de las nominaciones del Oscar, para desenterrar sus diez misterios, lo que esconde la selección del 2022 como subtexto, como código cifrado.
10 cuestiones que se explican a continuación, según nuestra posición más crítica.
1) Streaming versus cine tradicional. Ganará el streaming por vez primera, para AppleTv(Coda) o Netfllix(Poder del Perro), sin contar HBO MAX(Dune) y Disney(Encanto). Ha ascendido un nuevo poder del perro en la academia. Uno que glorifica a la flojita “Coda” para ocultar la dureza de “El Callejón de las Almas Perdidas”.
2) Sigue la moda del empoderamiento femenino, tras el caso Me Too. Jane Campion será elevada, por el cónclave, a los altares de las intocables y las santas laicas del panteón del género fluido. La academia amplía su fase de limpieza de imagen, luego de los escándalos por abuso de sus productores consagrados. Caso de Harvey Weinstein. Puro complejo de culpa.
3) Los lobbies marcan agenda en inclusividad, black lives, representatividad de la comunidad LGBTI, responsabilidad social. Los colores de la publicidad afirman las tramas progres y políticamente correctas de la ceremonia, donde las mujeres serán las conductoras. Ni más ni menos, que un condicionamiento a la libre expresión. El que se coma la luz, va para afuera o lo censuran o cancelan. Mosca que huele a Oscar tímido y pacato que no quiere ofender a la generación woke.
4) Atención con los discursos políticos. No se descartan declaraciones contra la guerra, a favor de la paz, en plan de Miss. Una estrella concienciada romperá Twitter con un discurso, nivel Naciones Unidas. Dramón a la vista.
5) Protestas simbólicas en la escena por la exclusión grosera de algunas nominaciones durante la ceremonia. Jessica Chastain es la abanderada de los marginados.
6) El asunto del duelo y de lo que representa: Encanto, Poder del Perro, West Side y Belfast.
7) La nostalgia: casi todo. Un año que busca en el pasado, respuestas, gratificaciones, compensaciones y evasiones para el presente.
8) Reconocer la inevitable condición clónica de la meca, celebrándolo como un logro estético de la reinvención posmo, antes que como un evidente síntoma de agotamiento creativo. Las películas ganadoras son reflejo de una cultura fatigada, que se consuela con rebobinar su memoria, de forma cool, melancólica e idealizada. Si en el 72 triunfaba “Contacto en Francia”, que era metáfora del caos real y de la corrupción de los setenta, hoy se anticipa la victoria de un remake inofensivo como “Coda”. Una película tan insignificante que le sirve a la academia, para ganar un año más, como una institución extrañamente sorda ante los reclamos y las complejidades del planeta. Hasta un triunfo de la estridente “Dont Look Up” sería una locura de agradecer, una salida de tono. Pero el Oscar planifica la apariencia de simular otro happy ending, de consenso, que encubre y silencia a la disidencia auténtica. Vean que de confirmarse los pronósticos, Disney opacará a Pixar sin merecerlo, y “Flee” se irá de vacío.
9) Volver a conectar con Twitter y las audiencias de las redes, cabalgando sobre las conversaciones que animan y polarizan el algoritmo: Poder del Perro(salir del closet), No Mires Arriba(la crisis de los medios, la posverdad en la era Trump, el debate del cine parlante de streaming versus el cine puro), Callejón de las Almas Perdidas(la cultura de la estafa), Licorize Pizza(el amor prohibido), Belfast(la guerra y la paz), King Richard(el orgullo afro), Dune(la incomprensible ausencia de Villeniuve por ser hombre y blanco), las sectas y la manipulación de los clanes evangélicos(Los Ojos de Tammy Faye), los límites del relato biográfico y las mascaradas retro(Being The Ricardos), el abuso del poder y el despotismo(The Tragedy of Macbeth), la perseverancia del blanco y negro como lenguaje de legitimidad cultural(Belfast y Tragedy), el regreso del cine maximalista y algo hueco(Dune), las imágenes demasiado pulidas que aprueba el canon de la academia(Coda que es más televisión deluxe que otra cosa, una pequeña estafa con algunos pasajes sonrojantes y estereotipados, más propios de la Frambuesa de Oro).
10) A la distancia, el Oscar luce como un lugar de encuentro y reconciliación de minorías. En realidad, sigue ofreciendo una mirada superficial y embellecida de la complejidad del mundo, que en un año clave como el 2022, prefiere refugiarse en la historia y las narrativas personales, en vez de diseccionar y afrontar las urgencias de la actualidad.
La academia continúa obviando la fuerza periférica de mutaciones como la de “Titane”, de las reales miserias de la conquista del oeste que expone el documental ignorado de “The Taking”, o el experimentalismo de los verdaderos indies, que encierran en la bolsa de los cortos y ni siquiera les permiten participar en la ceremonia oficial.
De modo que percibo que las tensiones que el Oscar quiere disipar con la gala del 2022, se acentuarán con los resultados del domingo, al demostrar que el Oscar muere en su ley restauradora y predecible, para curarse en salud y evitar que los outsiders de Tik Tok destronen su reino.
Me temo que la academia tiene que hacer cambios más profundos, premiando no solo al cine convencional, sino a fenómenos que abarcan a las ciencias y las artes audiovisuales, como la inmensa creatividad de las redes.
De ello dependerá su supervivencia. De lo contrario seguirá siendo un club, medio cringe, de una élite que goza en posar de populista. Los ganadores se comerán su hamburguesa después de la ceremonia.
Horas luego, viajarán en primera para darse una vida que se les escapa a sus fans y que no existe, fuera del algoritmo del sistema de estrellas.