Por Jackeline Da Rocha.
Para dar continuidad a mi intención de leer al menos un libro al mes, plasmo hoy las lecciones que me dejaron dos historias cortas del maestro Asimov. El prolífico autor participó en la escritura o edición de más de quinientas obras, entre ficción y astronomía, sus más grandes pasiones. Hemos hablado ya de Asimov, cuando estrenó en formato de serie de streaming la adaptación de Foundation, la colección de obras que le ganó el premio Hugo a la mejor serie de ciencia ficción.



Aunque mundialmente reconocido por su ficción robótica (no en vano es el autor de Las Tres Leyes), Asimov era un profundo estudiante de la conducta humana. Con astucia describió patrones tan naturales para nosotros que podían llegar a ser invisibles. Tal vez por eso sus robots tienden a tener características humanas que consiguen nuestra empatía.
Este no es el caso de la primera de nuestras historias. En The Martian Way los humanos han avanzado la colonización del espacio al punto de vivir en comodidad en el planeta rojo. Comodidad es una palabra muy amplia para sus condiciones pero sobreviven y es lo que necesitaban lograr en este caso. Su relación con la Tierra es tensa, especialmente cuando se
trata acerca del tema de racionamiento de agua (y no mencionan a Venezuela específicamente). Un político terrestre emergente cambia el juego: en su campaña aboga por ahorrar. Argumenta que la Tierra no podrá enviar más agua a Marte porque tienen muy poca. En los marcianos, que la necesitan para trabajar y vivir, crece lentamente el resentimiento. Sus ancestros se sacrificaron para explorar el planeta, adaptarlo y construir una nueva forma de vida porque la raza humana necesitaba más espacio. Y ahora, ¿reniegan de sus lazos?
A pesar de querer luchar contra esas ideas egoístas, la política resulta ser popular y los nativos de Marte se ven confrontados con el abandono de sus pares. No pueden volver al planeta Tierra después de tantas generaciones y no pueden vivir sin agua. Un marciano comentó al principio de la campaña que los anillos de Júpiter parecían estar hechos de hielo. Era un planeta lejano e inexplorado, cualquier suposición era solo eso. Después de mucha consideración pareció ser el peligroso viaje su última alternativa.
Un valiente grupo unió sus fuerzas para la misión que duraría más de un año. Los marcianos que los apoyaron estuvieron todo ese tiempo inciertos de haber tomado la decisión correcta. Los hombres enfrentaron asteroides, congelamiento, fatiga y una inminente soledad en medio del oscuro vacío entre los gigantes planetas. Al volver con un cometa de hielo que debió ser remolcado entre cinco naves demostraron su independencia. La “manera marciana” fue lograr lo imposible a pesar de la imposición de otras personas. Finalmente, ofrecieron enviar agua de vuelta a la Tierra, toda la que pudieran necesitar, probando que eran más humanos que aquellos que no les consideraron como tal.
En Youth hice otro tipo de introspección. Juventud (en español) es la historia de un par de hombres de ciencia y el hijo de cada uno. Un hombre de campo y el otro de ciudad se reúnen a la espera de una visita muy importante. Poco antes habían contactado con una raza alienígena que los escogió para negociar exportaciones. Preocupados por la reunión, ignoran las actividades de sus hijos.
Los niños corren por el campo en las madrugadas y juegan en las tardes en un granero. En él esconden un par de animales extraños que encontraron en un charco. Estaban malheridos así que les dieron agua y comida, pero eran demasiado feos e inquietantes por lo que los mantuvieron enjaulados. Planeaban usarlos para entrar al circo ambulante y con ellos ganar mucho dinero.
Su plan falló cuando las criaturas demostraron que no comían lo mismo que ellos. Con miedo de que murieran de hambre uno de los niños robó carne cruda de su cocina para que la probaran. No pasó demasiado tiempo para que la madre de uno de ellos los encontrara, obviamente. La mujer no soportó ni siquiera ver a los animales, por lo cual buscó a su esposo lo más rápido que pudo. El señor no tuvo palabras para expresar el furor que pasó por su mente al verlos.
Había encontrado la noche anterior una pequeña nave espacial estrellada en el suelo sin tripulantes vivos. Estaba desilusionado pues pensaba que su histórica reunión de negociantes interestelares le había sido robada por el destino pero allí estaba, frente a los alienígenas, y quien los había robado era su hijo.
La nave fue restaurada y los pequeños extraterrestres pudieron salir del planeta a salvo, con la promesa de un futuro encuentro. Desde el suelo, los científicos y sus hijos los despidieron agitando sus tentáculos y llorando de sus varios ojos. ¿Eran humanos aquellos exploradores? Tal vez no lo era ninguna de las razas. Acostumbramos asumir que la especie superior es la más inteligente en lugar de guardar nuestras armas, como hicieron los pequeños prisioneros, y dar a los demás el beneficio de la duda.