Joaquín Ortega.
Siempre hay una chica desparecida que da inicio a las tramas más oscuras. Sea cine, literatura o juegos de video un secreto llama a otro de la mejor manera, si viene envuelto en la belleza. Si a eso le agregamos envidia, locura, poder o drogas la pócima es verdaderamente seductora.
En la vida y muerte de varios Kennedy aparece Marilyn Monroe, no como un detalle menor. Más allá de que haya mantenido romances con JFK y luego con su hermano Robert, mucho de lo que rodeaba la hipótesis del suicidio apuntaba a la filtración de ciertos secretos de Estado. Nombres y eventos políticos comprometedores revelados en momentos de alcoba son las típicas infidencias que se escapan entre sábanas o tragos de más; y que llegarán a las primeras planas o programas estelares de TV. A nadie con poder le gusta verse expuesto y de silencios definitivos sí que saben.
En las ficciones audiovisuales de David Lynch una joven destapa una red de secretos que conjugan lo sobrenatural con lo más mundano, y es por eso que hoy en día detrás de cualquier escándalo sexual encontramos capas de esoterismo, redes de prostitución, uso de drogas y abusos familiares. El infierno grande de cada pueblo pequeño sirve como el lugar perfecto para hablar de la sociedad presente sin buscarse problemas innecesarios en tribunales. Así las cosas, el arte y la realidad pueden ir de la mano sin demasiados riesgos.
En tiempos recientes el caso de Elisa Lam da para armar cientos de conexiones con leyendas urbanas y argumentos para la TV. Su desaparición en video en el año 1991 en el hotel Cecil de Los Angeles ha servido como fuente de documentales, largometrajes, webseries y análisis desde distintos enfoques que como ya hemos visto pueden imbricar lo sobrenatural con lo policial sin ningún tipo de incongruencia frente a las audiencias.
Trilogía
En la llamada trilogía de la conspiración del director Alan J. Pakula siempre gravitan personajes femeninos que escuchan lo que no deben y que salen de escena por los mismos motivos. La locura o la droga o la vida al límite se invoca como el fin típico de mujeres ingenuas que desconocen con quienes se codean y cuyo último error es confiar en quienes las deslumbran por elegancia, capacidad de consumo o amistades famosas. En estas películas también se desliza la idea del delator, un personaje cuyo conocimiento de lo que ocurre tras bambalinas le dará a los héroes de la opinión pública las luces necesarias para salir de las mentiras y las verdades a medias.
En Klute de 1971 Alan J Pakula utiliza los ojos de un investigador privado para irnos llevando por los vericuetos de la mente de un prostituta (¿o no?) medicada y perseguida por una empresa de químicos con prácticas éticas poco ortodoxas.
En Parallax View de 1974 un reportero comienza a encontrar puntos en común entre las muertes de un grupo de testigos de un crimen. Esto lo llevará a toparse de frente con una organización secreta experta en asesinatos políticos. La muerte y su posterior difamación como conspiranóico cierran la historia.
En All The President´s Men de 1976 aborda las conspiraciones desde el realismo político y trata un tema de total conexión con hechos verdaderos; el caso Watergate. Allí la duda ciudadana se fortalece de la periodística generando un efecto en las elecciones en un país democrático y con el escrutinio medianamente imparcial de la prensa profesional.
¿Quiénes revelan la trama? ¿una prostituta? ¿una dama de compañía? ¿una esposa celosa? ¿una amante? ¿un entramado de espías?
El caso de Deep Throat (referente de The Cigarrette Smoking Man de The X-Files, de Q Anon actualmente) sería apenas el comienzo de una serie de informaciones que de entrada, parecen pagarla casi siempre mujeres involucradas como la parte más delgada de la soga.
