martes, marzo 28, 2023
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    Presente y futuro del cine venezolano, a propósito de su aniversario 125

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    El 28 de enero se cumplen 125 años de la llegada del cine a Venezuela.

    Nuevo motivo para celebrar, revisar el pasado, hablar de sus pros y contras, predecir su posible destino.

    Primero, la hora marca una actualidad menguada para la taquilla del cine nacional y su relación con la audiencia. Además, no corren los mejores tiempos para la permanencia del producto criollo en la cartelera, habida cuenta del accidentado performance de los estrenos vernáculos del diciembre, “Dirección Opuesta” y “La Fortaleza”, al naufragar en la competencia con la franquicia dorada del diciembre, “Spider Man”.

    Existe una controversia al respecto con la intención de someter a reforma a la Ley de Cine.

    Unos consideran necesario revaluar las condiciones del mantenimiento de la cuota de pantalla, reservada a dos semanas, generalmente cumplidas a regañadientes y con defectos, por parte de algunas compañías de exhibición.

    De ahí los productores explican la merma en la recaudación, a consecuencia de una programación con horarios incoherentes y ubicación de salas poco rentables y aisladas en la ciudad.

    Comentaba con un famoso colega del patio(Edgar Rocca) que poner “La Fortaleza” en matiné, pues resulta incoherente con la naturaleza del proyecto y su búsqueda legítima de un público en la audiencia más adulto contemporánea y defensora del autorismo.

    Al mediodía asisten las familias con los niños, de modo que la cinta de Jorge Thielen queda descolocada en la grilla, perdiendo la ocasión de conectar con su receptor meta entre las cinco y siete de la noche.

    Por ende, a modo de compensación y pipa de la paz, “Dirección Opuesta” y “La Fortaleza” se verán durante todo el día, con motivo del 28 de enero, lo cual es un acierto y una forma de justicia, pero que no corrige las faltas cometidas en perjuicio de su corrida comercial, según el punto de vista de los afectados.

    Por el otro, se estima imperiosa una discusión sobre si es prudente estrenar películas nacionales ante un escenario adverso de baja asistencia por el Omicrón, donde el consumidor solo rompe con su zona de protección casera, al comprar un boleto para un evento o un filme espectáculo de una saga tipo Marvel.

    Hay innumerables posiciones acerca del tema, que exigen una conversación de la virtualidad a la presencialidad.

    En el mismo sentido, cabe destacar la depuración en la curaduría reciente al instante de programar películas nacionales.

    Antes se cayó en el error de dar demasiado espacio e importancia a un cine amateur, que desalentó a la audiencia y provocó la estampida de los espectadores, frente al producto criollo.

    Fue una consecuencia de una errada política populista, para la cual todo valía y recibía el mismo respaldo de un estamento paternalista, condescendiente.

    La gente, que no tiene un pelo de tonta y que aplica la lógica en su manera de consumir, pasó una alta factura que sigue pagando “justos por pecadores”, al punto que una generación de chicos desconocen al cine venezolano y lo vuelven a encasillar como una “propuesta estereotipada que da cringe”, “que es narrativamente fallida”, “que no justifica el pago del ticket”.   

    El 2021 demostró que cada estreno aportó valor, siendo reconocido por el grueso de la crítica y la escasa audiencia que se llegó a las salas. Ahí están los buenos ejemplos de “Érase una Vez en Venezuela”, “Rómulo Resiste” y “El camino del Guerrero”, tres documentales virtuosos que refrendan la calidad de la no ficción en el país, cuando las papas queman y los presupuestos se encojen por la crisis.

    De igual modo, los periodistas dieron su apoyo al lanzamiento de “Dirección Opuesta”, dada su concepción de altura, basada en una novela de culto.

    Así y todo, los largometrajes nacionales sufrieron en el box office, encendiendo las alarmas e incentivando una discusión por redes que no ha conseguido viralizarse como corresponde, para sensibilizar aún más a las fuerzas vivas de la nación.

    Agrego que así como el régimen creó unas condiciones económicas y políticas desfavorables para el rendimiento del cine nacional en taquilla, el llamado interinato ha carecido de una mínima política cultural que sirva de contrapeso o al menos de incentivo moral para nuestros cineastas, tanto radicados en el país como en la diáspora.

    Apenas reportamos algunos reconocimientos simbólicos y puntuales, por cuestiones de diplomacia.

    Pero la verdad es que el cine no supone una prioridad mediática para el equipo de Juan Guaidó, cuya administración ha dejado a los creadores audiovisuales sumidos a la deriva y al abandono, teniendo que reinventarse dentro y fuera de la república fracturada.

    Ni qué decir de una dictadura que se empecinó en censurar y condenar películas nacionales como “Infección” y “El Inca”, porque disentían y refutaban el relato del oficialismo.

    Paralelo a ello, “El Cnac” y “La Villa” han retrocedido más en su oportunidad de alzar la voz y garantizar la vida de un cine que no sea de próceres engolados, y cultos indirectos a la personalidad del patriarca de turno, en un ejercicio de propaganda que también distancia a la sociedad entera de abrirle los brazos a su cine venezolano, asociado a la línea de progresismo oficial, cosa que no es del todo verdad, por cierto.

    Por consiguiente, urge involucrarse y comprometerse más en comunicar una idea cultural que vuelva a despertar el interés de las audiencias del país, tomando los referentes del pasado, como los casos de los booms de los setenta, ochenta y los dos mil, con los éxitos de “Macu”, “Homicidio Culposo”, “Secuestro Express”, “Hermano”, “La Hora Cero”, “Azul y no Tan Rosa”, “Papita, Maní, Tostón” y “La Casa del Fin de los Tiempos”, demostrando que el público sí ha tenido conexión con su cine, cuando se perfila una situación idónea con un sistema coherente.

    En el presente, la plataforma, la infraestructura industrial se ha desarmado, casi como un esqueleto o un cuerpo que se logra sostener por el esfuerzo de los gremios, las voluntades y los ánimos de resistencia de los individuos, a pesar de los males conocidos, ganando y participando en Festivales de la talla de Venecia, Cannes y Sundance.

    Siempre he dicho, cuando me preguntan, que el momento actual se parece en algo a la extinción del cine que vino en los noventa, como efecto del Caracazo, los golpes de estado, el colapso bancario y el ascenso de la piratería. Se estrenaban pocas películas y pasaban sin pena ni gloria por la cartelera, salvo las excepciones de “Sicario” y “Huelepega”.

    De repente, requerimos de una “Sicario” que rompa el encasillamiento y el conservadurismo del cine nacional, despertando el interés de la masa.

    Una “Huelepega” que luce distante en unos nuevos noventa que andan desorientados y desenfocados, bajo el influjo de la pandemia y el arrase de los servicios de streaming.

    Toca no rendirse, insistir en la memoria, replantear la creatividad y reconectar con la audiencia, que nos abandonó para refugiarse en Tik Tok, Instagram y Youtube.

    Puedo anticipar que la brecha generacional que se hace evidente en el 2022, traerá películas y cineastas nuevos que sepan traducir las expectativas y ansiedades de sus pares.

    Estimo que, aparte, los milenials de mi generación se establecerán como clásicos y nuevos autores, que estrenarán segundas, terceras y cuartas películas que nos emocionarán, al retarnos con historias que merecen contarse y visibilizarse.

    Una vuelta al origen parece una salida digna, emulando a las películas nacionales que la partieron en taquilla, al quebrar tabús y superar técnicamente a sus antepasados, proponiendo enfoques diversos desde una creatividad libre e independiente.

    Si me preguntan, después de todo, soy optimista.

    Me baso en un hecho concreto y esperanzador: una historia de 125 años que ni Gómez, Pérez Jiménez y Chávez pudieron detener, congelar y paralizar.

    Se vienen años de más sorpresas, experimentos, ensayos transgenéricos y mutantes, mujeres, críticos, chicos y chicas talentosas que nos convocarán por la pantalla que sea.

    Porque será, igual, cine venezolano en salas, streaming, redes o por el medio que surja en tendencia.

    El futuro le pertenece a los jóvenes de cuerpo y espíritu.

    Esta historia continuará, aunque algunos quieran minimizarla, amordazarla y cancelarla.

    No lo lograrán.

    Por Sergio Monsalve, Presidente del Círculo de Críticos Cinematográficos de Caracas, Director Editorial de Observador Latino.

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    Sergio Monsalve
    Director Editorial Observador Latino. Comunicador social. Presidente del Círculo de Críticos de CCS. Columnista en El Nacional y Perro Blanco. Documentalista, docente, productor y guionista.

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