“Dog” me tranquilizó por dos horas como llevaba tiempo sin pasarme con una película.
Algunos títulos me estresan por el contrario, haciéndome pensar rápido en otras cosas, entre pasado y futuro.
Pero “Dog” es un filme que tuvo un efecto terapéutico, logrando bajarle dos a nuestra ansiedad.
Un filme de un actor famoso que busca redención y comprensión más allá de su estereotipo, de su imagen, sin renegarla o sentir complejo por ella.
Es Channing Tatum al cien por ciento, sin embargo, queriendo exponer un lado humano que no le conocemos en el resto de sus cintas.
Me gusta cuando un actor tiene la oportunidad de retratarse como un libro abierto, donde caben las paradojas, los dilemas y las contradicciones.
Pienso que “Dog” no viene sola y que es hermana de “Top Gun Maverick”, en el sentido de que una generación de estrellas está luchando por permanecer y ser relevantes, a pesar de un tiempo que tiende a negarlos y diluirlos, priorizando la novedad de la tecnología que va camino a sustituirlos a todos.
De modo que es una batalla digna la que dan una serie de creadores en el cine, por afirmar el valor de contar historias con personajes de carne y hueso que sienten y viven delante de la pantalla.
El detalle del perro es uno de los elementos que hacen de “Dog” uno de los largometrajes más empáticos del año.
Un discípulo aventajado de Clint Eastwood con el compromiso político de un Soderberg, que es su amigo.
Tatum aprendió de los mejores y ahora nos entusiasma seguirle los pasos como director.