sábado, junio 10, 2023
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“Terror sobre ruedas” por Joaquín Ortega

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Por Joaquín Ortega para su columna “La Casa de las Sospechas”.

El terrorismo no requiere de una definición muy rebuscada para entenderse: su objetivo es paralizar a la sociedad dañando carne, huesos y alma. Nunca ha sido nuevo, y a pesar de ello se remoza en sus métodos y excusas: raciales, religiosas, ideológicas, políticas. Tan bíblico como los zelotes, tan revolucionario como Robespierre, tan mediático como Bin Laden…Luego, para variar aparecerán voces y colores que normalicen el dolor que dejan como rastro. 

Ya sea personificado en una voz intolerante o actuando como brazo armado de intereses inconfesables su naturaleza está preñada de la noción de hacerse trascendente en su causa y en su ser…y la mayor parte de las veces, más temido que respetado. El problema subyacente es que sus efectos los padecen primordialmente los civiles, quienes ponen la mayoría de las bajas en cada feroz ataque.

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Terrorismo antes y después de los Mass Media

En épocas antiguas se perseguían a los alzados, tanto en sus motivaciones como en las posibles oportunidades de próximas acciones. Si los imperios eran irrespetados pagaban poblaciones inmensas con la vida y hasta razas enteras por la irreverencia. En tiempos modernos a esas razones se les conecta con el financiamiento y la logística. Es por ello que saber quién paga es tan importante cómo quién ejecuta el daño. El contrapunteo es clave y la operación violenta debe generar siempre una reacción represiva. En todo momento, desde el orden de los Estados hay que mostrar capacidad de respuesta, esto es poder fáctico. Seguidamente se repite el ciclo y  desde la otra acera habrá que atacar  a los centros neurálgicos de los sistemas políticos.

Una vez que la modernidad se hace parte de nuestras vidas, las nuevas formas económicas, las técnicas industriales, los desplazamientos humanos, las nuevas rutinas y lugares de encuentro se convierten en los objetivos de las mentes más preclaras en la violencia política o religiosa. Algunos creen que pueden ser reeducados, otros que simplemente deben ser eliminados. Entre la frase: “no se negocia con terroristas” y la idea de que “todos tenemos derecho a cambiar” existen una serie de grados y de tonos de gris para la argumentación. Es allí, donde cualquier evento que se hace espectacular frente a los medios de comunicación de masas o Mass Media puede ser interpretado como bueno, malo… o como bueno y malo a la vez.

El terrorismo es (a partes iguales) asesinato y puesta en escena. Debe ser propagandístico, grandilocuente y generar conversación antes, durante y después de su faena. Es allí, donde se nota la simbiosis entre cierto periodismo amarillista y las acciones crueles de esos grupos fundamentalistas quienes, en palabras de Margaret Thatcher hacen que “los medios sean el oxigeno del terrorismo”.

El terror es un vehículo

Buscando a veces la baja intensidad en términos de acto de guerra y aprovechándose de la natural confianza de los ciudadanos alejados de ciertos fanatismos, se ha vuelto común el uso de camiones, autobuses y cualquier vehículo automotor para pasar por encima de personas distraídas en calles cerradas, bulevares o paseos turísticos. Una pequeña muestra de ello son los casos de Francia (Lyon 2002), Alemania (Berlín, 2016), España (en La Rambla en Barcelona en 2017)…sin contar las décadas de violencia en Israel, Líbano y Siria…o los casos aislados en Inglaterra, Estados Unidos, Rusia o Guatemala. Sucesos que no deberían quedar para el olvido son los vividos desde la violencia de Estado en Venezuela en las protestas de 2014 y 2017. Y sin irnos muy atrás, el 21 de noviembre de 2021 en Wisconsin se reportó otra embestida automotor en un evento previo a la navidad, del cual hasta los momentos no se le ve conexión con algún acto terrorista.

Llegan las Fake News

Muchos de estos casos tienen sobre sí la duda de que han sido, no solo orquestados, sino diseñados y montados teatralmente en términos de una súper producción hollywoodense. Mucho abunda en redes sobre el tema, incluidos actores profesionales o extras que aparecen en calles y luego por edición se les ve haciendo el papel de muertos, rodeados de explosiones e incendios. Si bien es cierto que mucho de esto no es más que una parte de la propaganda (actualmente enmarcada en el concepto de Fake News o Posverdad) también hay que reconocer que existen empresas que enfrentan escenarios de riesgo y crisis, bajo paquetes de simulación y respuesta a esas tragedias, en el marco de comunicaciones integradas manejadas por instituciones tan respetadas como The Kings College o empresas como Crisis Comms o Crisis Solutions.

En un siglo caracterizado por las historias más increíbles para perpetuarse en el poder, a veces lo más simple está frente a nuestros ojos para mostrarnos, una vez más, que las cortinas de humo pueden salir tanto de sombreros de mago, como de centros de desinformación profesionales públicos y privados.

@ortegabrothers

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