“The Lincoln Lawyer” es una de las series del año.
La devoré antes de comenzar Cannes y por eso la olvidé.
Hoy quiero recordarla por ser fin de semana para hacer una recomendación ineludible.
Se trata de una adaptación de Netflix, sin chantajes de agenda o extorsiones sentimentales.
Solo contar la historia de un abogado que libra sus batallas personales y laborales ante un mundo abiertamente hostil.
Los tribunales y sus cosas de la corrupción.
La serie se despliega como un programa clásico de la televisión buena que ya no se hace, apelando a la nostalgia de un antihéroe que quiere vivir y morir en Los Ángeles, bajo el acecho de múltiples demonios y asesinos a sueldo.
Una lección sobre el estado de derecho y el uso de las leyes, desde una consciente manipulación moral.
Llena de claroscuros como una estimable novela negra, “Lincoln Lawyer” es cita obligada para cualquiera que deseé desconectarse por Netflix, resolviendo una trama de intrigas, conspiraciones y sospechosos habituales.
Con un arco sostenido por un actor en el mejor papel de su carrera.
Como cierre, un material que te servirá para que no te apasiones tanto a la hora de seguir un juicio a la distancia. Porque todos interpretan un rol y juegan a ganar con armas al límite de la legalidad.
Queda igual la esperanza de que el crimen no pague.